Enric Cussó (1937) - Reflejos del muelle





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Descripción del vendedor
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Enric Cussó, que representa un instante de quietud y contemplación en un puerto marítimo donde la actividad ha cedido su lugar al reflejo, la memoria y la poesía visual del mundo náutico. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 73x92x2 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Cussó.
· La pieza se encuentra en estado aceptable de conservación, necesita restauración en algunas partes.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro retrata con una fuerza evocadora un puerto vibrante lleno de vida y movimiento, donde los barcos descansan sobre un agua serena que refleja, como un espejo algo distorsionado, cada mástil, vela y detalle del entorno. A lo largo del muelle, una figura solitaria, quizás un pescador o simplemente un observador, contempla el vaivén de las embarcaciones, que parecen haberse detenido momentáneamente tras una jornada de labor. El cielo, aunque parcialmente cubierto por nubes densas y movedizas, deja entrever fragmentos de azul, que se funden en el horizonte con las formas arquitectónicas del puerto. El ambiente es denso y húmedo, con una atmósfera casi tangible que invita a detenerse y respirar el olor a sal y madera envejecida por el mar.
El agua es uno de los protagonistas silenciosos de esta escena. Su superficie, aunque tranquila, está llena de matices, de reflejos partidos, de líneas que serpentean y bailan siguiendo la forma de las cuerdas y los mástiles. Cada boya flotante, cada soga que se extiende hacia las embarcaciones, parece tener una historia, una utilidad marcada por el tiempo. La textura del mar sugiere profundidad y misterio, como si debajo de esa calma superficie descansara la vida marina o los secretos de quienes han partido desde ese mismo lugar.
Las embarcaciones, con sus velas recogidas o a medio desplegar, están representadas con una mezcla de estructura firme y trazo suelto, lo que les otorga personalidad y dinamismo. Algunas parecen barcos pesqueros, otras más grandes podrían ser veleros mercantes. Están agrupadas de manera caótica pero armónica, como si hubieran llegado por instinto al cobijo del muelle. Sus colores apagados contrastan con pequeños detalles vivos que capturan la mirada: una boya roja, una vela ocre, una línea de pintura verde sobre el casco de uno de los barcos.
El puerto en sí, con sus edificaciones de fondo, transmite una sensación de arraigo y permanencia. Las estructuras son sobrias, funcionales, resistentes al paso del tiempo y a la intemperie marina. Más allá del plano principal, se adivinan mástiles que sobresalen como pinceladas verticales, sugiriendo la existencia de un mundo náutico más amplio, quizás un mercado, una lonja, o simplemente más barcos esperando zarpar. Todo el conjunto está imbuido de un aire de contemplación, donde la acción ha cesado momentáneamente y el tiempo parece haberse detenido.
En conjunto, este cuadro es un canto visual al alma marinera, un homenaje a la vida portuaria donde convergen el trabajo, la espera y el movimiento perpetuo del mar. Cada elemento está dispuesto con un equilibrio sutil entre la realidad y la emoción, haciendo que el espectador sienta no solo lo que ve, sino también el murmullo de las olas, el crujido de la madera y el eco distante de una gaviota.
El vendedor y su historia
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Enric Cussó, que representa un instante de quietud y contemplación en un puerto marítimo donde la actividad ha cedido su lugar al reflejo, la memoria y la poesía visual del mundo náutico. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 73x92x2 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Cussó.
· La pieza se encuentra en estado aceptable de conservación, necesita restauración en algunas partes.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro retrata con una fuerza evocadora un puerto vibrante lleno de vida y movimiento, donde los barcos descansan sobre un agua serena que refleja, como un espejo algo distorsionado, cada mástil, vela y detalle del entorno. A lo largo del muelle, una figura solitaria, quizás un pescador o simplemente un observador, contempla el vaivén de las embarcaciones, que parecen haberse detenido momentáneamente tras una jornada de labor. El cielo, aunque parcialmente cubierto por nubes densas y movedizas, deja entrever fragmentos de azul, que se funden en el horizonte con las formas arquitectónicas del puerto. El ambiente es denso y húmedo, con una atmósfera casi tangible que invita a detenerse y respirar el olor a sal y madera envejecida por el mar.
El agua es uno de los protagonistas silenciosos de esta escena. Su superficie, aunque tranquila, está llena de matices, de reflejos partidos, de líneas que serpentean y bailan siguiendo la forma de las cuerdas y los mástiles. Cada boya flotante, cada soga que se extiende hacia las embarcaciones, parece tener una historia, una utilidad marcada por el tiempo. La textura del mar sugiere profundidad y misterio, como si debajo de esa calma superficie descansara la vida marina o los secretos de quienes han partido desde ese mismo lugar.
Las embarcaciones, con sus velas recogidas o a medio desplegar, están representadas con una mezcla de estructura firme y trazo suelto, lo que les otorga personalidad y dinamismo. Algunas parecen barcos pesqueros, otras más grandes podrían ser veleros mercantes. Están agrupadas de manera caótica pero armónica, como si hubieran llegado por instinto al cobijo del muelle. Sus colores apagados contrastan con pequeños detalles vivos que capturan la mirada: una boya roja, una vela ocre, una línea de pintura verde sobre el casco de uno de los barcos.
El puerto en sí, con sus edificaciones de fondo, transmite una sensación de arraigo y permanencia. Las estructuras son sobrias, funcionales, resistentes al paso del tiempo y a la intemperie marina. Más allá del plano principal, se adivinan mástiles que sobresalen como pinceladas verticales, sugiriendo la existencia de un mundo náutico más amplio, quizás un mercado, una lonja, o simplemente más barcos esperando zarpar. Todo el conjunto está imbuido de un aire de contemplación, donde la acción ha cesado momentáneamente y el tiempo parece haberse detenido.
En conjunto, este cuadro es un canto visual al alma marinera, un homenaje a la vida portuaria donde convergen el trabajo, la espera y el movimiento perpetuo del mar. Cada elemento está dispuesto con un equilibrio sutil entre la realidad y la emoción, haciendo que el espectador sienta no solo lo que ve, sino también el murmullo de las olas, el crujido de la madera y el eco distante de una gaviota.

