Historia

Historia de las esmeraldas a través de tres mujeres icónicas

Escrito por Tom | 29 de noviembre de 2019


Las esmeraldas han tenido una relación duradera con las mujeres a lo largo de la historia. Estas exquisitas gemas verdes, consideradas 20 veces más inusuales que los diamantes, eran la piedra de nacimiento de la diosa Venus y la joya preferida de la mujer más importante del Antiguo Egipto, Cleopatra. Estas relucientes piedras verdes han seducido y perdurado a lo largo de los siglos. Con la ayuda de la experta en piedras preciosas Naomi Howard, nos hemos puesto a descubrir más sobre la historia de las esmeraldas y cómo hay unas pocas mujeres a las que dar las gracias por su atractivo.


Cleopatra


Quizá la defensora más ferviente de las esmeraldas, Cleopatra adoraba estas joyas. Pero su amor hacia ellas ya se encontraba ligado a las creencias y los tiempos del Antiguo Egipto ‘Las primeras minas de esmeraldas conocidas se encontraron en Egipto ya en el 330 a. e. c. (mucho antes del reinado de Cleopatra)’, dice Naomi. ‘Esto contribuyó a la duradera atracción del país por las esmeraldas. De hecho, la propia Cleopatra estaba tan obsesionada con las esmeraldas, que se cree que reclamó la propiedad de algunas de las minas que pertenecían a los griegos porque quería las joyas para ella’.


Aunque el Antiguo Egipto fuera el hogar de las esmeraldas, no fue lo único que le dio a estas piedras su amplio atractivo. ‘Su intenso color verde representaba renacer, fertilidad, poder y, más importante, eterna juventud’, explica Naomi. Las esmeraldas se empleaban en rituales funerarios como recordatorio de la juventud, pero también se creía que tenían la capacidad de tratar enfermedades oculares, algo posiblemente relacionado con su supuestas propiedades clarividentes. Y Cleopatra contribuyó a otorgar a estas joyas, no solo una confirmación de sus propiedades más mágicas, sino también un perdurable carácter regio que ha sobrevivido durante siglos. ‘Se dice que Cleopatra incluso tenía la costumbre de ofrecer a los dignatarios visitantes un particular regalo: una representación de sí misma en tamaño grande tallada a partir de esmeraldas de grandes dimensiones’, dice Naomi. 


Elizabeth Taylor


Es célebre lo que Elizabeth Taylor dijo en una ocasión: ‘Adoro llevar piedras preciosas, pero no por ser mías. No se puede poseer el resplandor; solo se puede admirar’. De hecho, Taylor estaba tan cautivada por las joyas, que su nombre se ha convertido casi en sinónimo de esmeraldas. En el momento de su muerte, era ampliamente conocida por tener una de las colecciones privadas de joyas más extensas del mundo y una de sus piezas más valoradas era el collar de diamantes con esmeraldas. La joya contenía 16 esmeraldas colombianas de talla octogonal escalonada, todas ellas rodeadas de diamantes con forma de pera.


De una forma casi fatídica, se rumoreó que el collar de esmeraldas había sido un regalo de compromiso para Taylor de su entonces prometido Richard Burton, después de haberse conocido en el rodaje de ‘Cleopatra’. Sigue siendo un misterio si el espíritu y el amor de Cleopatra pasó o no a Taylor cuando interpretó el papel de la reina egipcia, pero el amor de Taylor por las esmeraldas fue igualmente incomparable, llevándola a reunir toda una serie de joyas Bulgari con esmeraldas. Taylor encarnó la belleza que veía en las esmeraldas y, si bien finalmente se subastaron (el collar por millones), nunca se trató de algo tan trivial como el dinero para ella. ‘Nunca he pensado en mis joyas como trofeos. Estoy para cuidarlas y quererlas, pues no somos más que custodios temporales de su belleza’.



Taylor tuvo toda una serie de joyas de esmeraldas, completa con anillo, colgante y broche


Princesa Diana


Si Cleopatra dio a las esmeraldas sus vínculos reales en el Antiguo Egipto, posteriormente la princesa Diana ayudaría a consolidarlos en el siglo XX. Si bien era conocida por llevar zafiros, una de las joyas más famosas de Diana fue una gargantilla Art déco de esmeraldas. Lucida por primera vez por la reina Mary a inicios de los años 1900, la reina Isabel II del Reino Unido se la regaló a Diana. Es una pieza que llevó en muchas ocasiones reales y adaptó la gargantilla como diadema, un reflejo más de la manera en que empleaba la moda para llevar la realeza y las tradiciones hasta la actualidad. La aparición tal vez más conmovedora de la gargantilla fue en su 36.º cumpleaños, cuando la llevara por última vez como collar, antes de su muerte dos meses más tarde. 


Diana fue un símbolo de gracia y compasión, y una figura más que contribuiría a consolidar la posición de las esmeraldas entre los rostros femeninos más célebres del mundo. Mientras las esmeraldas de Cleopatra representaban el poder y la belleza de Elizabeth Taylor, las de Diana fueron un accesorio para mostrar sus rasgos de individualidad y diferenciación. 


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