Nº 95572379

Enrique Manglano (1941) - NO RESERVE - Sombras en la aldea
Nº 95572379

Enrique Manglano (1941) - NO RESERVE - Sombras en la aldea
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Manglano, que representa un instante detenido en un pueblo antiguo, donde la arquitectura, la luz y el tiempo se entrelazan para evocar la memoria viva de lo cotidiano y lo eterno. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones con marco: 59x52x4 cm.
· Dimensiones sin marco: 40x31,5 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior izquierda, Manglano.
· La pieza se encuentra en buen estado de conservación.
· La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo).
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro retrata con gran delicadeza y fuerza expresiva una callejuela empedrada de un antiguo pueblo, posiblemente enclavado en una región montañosa del sur de Europa, donde el tiempo parece haberse detenido. La composición está dominada por una sucesión de edificaciones altas y estrechas que flanquean ambos lados de la calle, conformando una especie de pasillo de piedra, sombra y luz que conduce al fondo hacia un arco y una abertura iluminada por una claridad casi dorada. Los edificios, de fachada irregular y superficies rugosas, están pintados en tonos ocres, verdosos, azulados y grises, con pinceladas sueltas que insinúan el envejecimiento de los muros, la humedad acumulada y las marcas del tiempo.
Las ventanas pequeñas, muchas de ellas oscuras, algunas cerradas, otras con contraventanas entreabiertas, contribuyen a esa atmósfera de silencio que domina la escena. Las puertas, grandes y macizas, tienen una presencia casi escultórica. A la derecha, una puerta arqueada especialmente grande y sombría contrasta con una escalinata estrecha y angulosa que sube hacia una entrada en alto. Estos elementos refuerzan el carácter casi medieval del lugar, donde la arquitectura parece más determinada por la adaptación al terreno que por cualquier estilo decorativo.
El empedrado de la calle, trabajado con una paleta de colores terrosos, grises y dorados, refleja los cambios de luz que se filtran desde el cielo y desde la apertura al fondo. Cada piedra parece tener una historia, cada surco una pisada que ha quedado atrapada en la memoria del lugar. La calle no es recta, sino ligeramente serpenteante, lo que aporta dinamismo y profundidad a la escena. Ese juego de perspectiva invita al espectador a entrar, a cruzar el arco y a descubrir qué se oculta más allá del cuadro.
Sobre las fachadas, algunos tejados asoman con sus aleros inclinados, mostrando pinceladas que sugieren tejas desgastadas por el tiempo, en tonos ocres y tostados. La presencia de una farola de hierro forjado a la derecha, pegada a una de las casas, aporta un sutil detalle que ancla la escena en una época premoderna, donde la iluminación era suave, cálida, escasa, y las sombras eran aliadas del misterio.
El cielo, cubriendo la parte superior de la composición, se muestra despejado, aunque con algunas nubes ligeras y difusas. Los tonos azules, blancos y matices lavanda y verde cielo ofrecen un contraste sereno a la sobriedad de la calle. En la lejanía, detrás de los edificios y enmarcando la escena, se adivinan las siluetas de unas montañas que apenas sobresalen, como si cuidaran silenciosamente el pueblo desde la distancia.
En conjunto, este cuadro es una celebración de la arquitectura popular y la memoria de los lugares vividos. Es una invitación a adentrarse en un tiempo antiguo y lento, donde cada rincón tiene voz propia y cada muro guarda secretos. La obra no sólo muestra una calle, sino que evoca todo un mundo de historias anónimas, de rutinas tranquilas, de silencios compartidos entre piedra y cielo.
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