Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Miquel Duran, que representa la transición entre el mundo exterior y el refugio interior de la naturaleza, un espacio de calma y contemplación donde la luz, el tiempo y la memoria se entrelazan. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 80x69x7 cm. · Dimensiones sin marco: 60x49 cm. · Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, M. Duran. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro nos introduce en un momento detenido en el tiempo, una escena urbana envuelta en naturaleza que invita al espectador a cruzar un umbral simbólico hacia la calma y la contemplación. En el centro de la composición se abre una elegante verja de hierro forjado, cuyas puertas, una ligeramente abierta y la otra semiabierta, marcan el inicio de un sendero que se pierde bajo la sombra de altos árboles, generando una sensación inmediata de invitación y misterio. La reja, con sus formas simétricas y ornamentales, habla de un pasado que aún respira, un acceso a un jardín secreto o a un parque de época que todavía conserva su dignidad y silencio. A la izquierda se alza una farola alta de diseño antiguo, de color oscuro, que contribuye a reforzar la atmósfera de nostalgia. No está encendida, lo que sugiere que es de día, pero su presencia evoca la posibilidad de que esa misma escena, bajo una luz tenue o nocturna, se transforme en algo aún más evocador. Detrás de la farola, un muro cubierto de vegetación espesa y tonos verdes profundos enmarca el borde izquierdo del cuadro, como si la naturaleza insistiera en reclamar espacio entre la estructura urbana. El fondo es un bosque de árboles esbeltos cuyas copas se entrelazan en lo alto. Sus troncos verticales, pintados con tonos azulados y púrpuras, aportan frescura y profundidad, mientras que la luz que filtra entre las hojas —en verdes, turquesas y toques dorados— sugiere una mañana de verano o principios de otoño. El suelo, lleno de manchas ocres, rosadas, verdes y azules, parece capturar el movimiento de la luz que cae a través del follaje. Esta riqueza de matices sugiere no sólo el paso del tiempo durante el día, sino una sinfonía cromática que transforma el espacio en algo más que físico: lo vuelve emocional. El pilar derecho, de ladrillo rojizo, aporta una nota de estabilidad, marcando el fin del muro y el comienzo del bosque. Las sombras y luces proyectadas sobre él, suaves y cambiantes, indican que el sol se encuentra en una posición alta pero no agresiva, bañando con delicadeza todo lo que toca. El camino que se adivina más allá de la reja parece irse estrechando, como absorbido por la profundidad del bosque, sugiriendo un paseo lento, quizás introspectivo, donde cada paso más allá de la puerta implica una transición de lo cotidiano hacia lo íntimo, de lo estructurado hacia lo natural, de lo real hacia lo soñador. En conjunto, este cuadro ofrece una escena que trasciende lo meramente paisajístico: es una metáfora visual del paso, del cruce de umbrales, de la entrada al silencio, al recuerdo o a la imaginación. Invita al espectador a cruzar esa verja y perderse en un espacio donde la naturaleza, la arquitectura y la emoción se funden en un solo gesto poético de quietud.