En “Danza de Fragmentos” me adentro en el lenguaje de las formas quebradas, buscando esa vibración íntima que aparece cuando los colores y las líneas dialogan sin obedecer a la lógica de lo figurativo. Cada plano surge como un gesto, como una pieza de un recuerdo disperso que recupera su unidad en el acto mismo de pintar. Trabajo desde la intuición, permitiendo que la obra respire y se ordene por sí sola, casi como si fuera ella quien decidiera dónde asentarse, dónde iluminar y dónde callar. En esta composición, el jarrón se convierte en un punto de anclaje, una especie de corazón silencioso desde donde se desprenden ondas de energía que atraviesan el espacio. No lo represento como objeto, sino como presencia: una puerta abierta hacia lo fluido, lo que no se puede retener. Las formas que lo rodean entran en colisión, se superponen, se empujan entre sí, creando un ritmo que recuerda a una danza coral. Cada fragmento conserva su propia identidad cromática —el turquesa, el ocre, los rojos profundos, los grises que amarran— pero todos convergen en un movimiento común, casi musical. Me interesa trabajar la tensión entre lo sólido y lo etéreo, entre el contorno firme y el gesto suave. Esa fricción es donde encuentro el pulso de esta obra. Aquí, la fragmentación no es ruptura: es reconstrucción, es el proceso mediante el cual la forma se reinventa y el color se vuelve voz, cuerpo, movimiento. En esta danza, cada fragmento se convierte en un latido que sostiene la totalidad. Envío: Esta obra se envía cuidadosamente en un tubo de cartón rígido, altamente resistente y preparado para proteger la pintura durante todo el trayecto. El embalaje está diseñado para garantizar que la pieza llegue en perfectas condiciones. Además, incluyo siempre un Certificado de Autenticidad firmado a mano, donde constan el título, las técnicas, el año de creación y los detalles relevantes de la obra.