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Escuela española (XIX) - Dama en el tocador
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Escuela española (XIX) - Dama en el tocador

Posible obra de Antonio María de Reyna Manescau. Nacido en Coín (Málaga) el 31 de diciembre de 1859, fue discípulo de Joaquín Martínez de la Vega en la sección de Pintura que éste dirigía en el Liceo Artístico malagueño. Su firme aprendizaje posibilita, en 1880, la adquisición municipal de una obra suya, así como el hecho de exponer a nivel local. Consigue a continuación, en diciembre de 1882 y en principio hasta diciembre de 1886, la pensión en Roma otorgada por la Diputación. Pero, trasladado allí, permanecerá en Italia de por vida. Su primer envío como pensionado consiste en la copia de un fragmento de la Disputa del Sacramento de Rafael, no muy conseguida, en tanto que el siguiente trabajo de pensión es un José en la cisterna (como el anterior, en la propia Diputación), que en realidad respondía a la tarea académica del desnudo del natural acomodado a asunto histórico-bíblico. En Roma también frecuenta, como tantos otros españoles, a Villegas, y en su órbita trabaja temas orientales (algún asunto de Tánger) y de «casacón»; estos últimos –de los que se citan El cardenal tomando chocolate y otro purpurado dentro de una biblioteca– de factura exquisita y variedad cromática. A la vez, como un miembro más de la colonia de españoles, participa de las tertulias del café Greco. Aunque su residencia habitual parece que estuvo siempre en la Ciudad Eterna, pasa pronto a Venecia, desde donde ya en 1885 remite una vista del Gran Canal, y en 1887 se le sitúan abundantes cuadros de vedute de dicha ciudad. En efecto, ganado por su belleza y pintoresquismo, se vuelca en la realización, en pequeñas dimensiones, de tales paisajes urbanos, repitiéndolos en bastantes ocasiones con mínimas variantes. Venecia es en ese momento polo de atracción de españoles gracias a la viuda de Fortuny y por el peso de la producción veneciana de Villegas, sumándose también al efecto las permanencias veraniegas (con posterior residencia continuada) de Martín Rico, cuyo paisajismo preciosista es trasmitido a Reyna. Un desaparecido lienzo de grandes proporciones, Floralía, le proporcionó medalla de tercera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año de 1887, siendo considerado en su momento como el mejor cuadro del pintor. Su ininterrumpida estancia en Italia no le impidió conservar sus contactos con la patria chica. De él se citan abundantes envíos que se perdieron en el incendio de la Aduana malagueña. Por otra parte, el Santi barati del Museo de Málaga, alarde de maestría, de observación y de técnica, según juicios de la época, fue donación del autor. También el Rancho andaluz, que figuró en la Mostra Internazionale de Roma de 1911, acabaría en el museo malagueño, al igual que varios paisajes de idéntica fecha. Antes, en 1895, la reina regente, María Cristina de Habsburgo, le concede la cruz de caballero de la orden de Carlos III, asociándose el hecho a la realización de unas sobrepuertas que pasaron después al Ateneo de Madrid, aunque al parecer no se encuentren ahora en ese paradero. Exporta también su obra a Londres, donde se exponen varias veces sus vistas venecianas. Asimismo, sus exposiciones regulares en Roma posibilitan el ingreso en su museo de tres de sus cuadros titulados Roma sparita, y de dos retratos del papa Benedicto XV en el Museo Vaticano. Su ya citada pericia para el retrato se refuerza con la modernidad que refleja su Autorretrato, donado por él mismo a la Academia malagueña de San Telmo (y ahora en el Museo Provincial). Su movilidad –por último– fuera de Roma, no se ciñe solamente a Venecia, sino que, al igual que algunos de sus compatriotas, pasa temporadas en Asís para frecuentar a los Benlliure, pero sobre todo baja hasta Nápoles, donde se aproxima a la escuela de Posillipo y pinta en sentido verista. Fallecerá en Roma el 3 de febrero de 1937.

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Posible obra de Antonio María de Reyna Manescau. Nacido en Coín (Málaga) el 31 de diciembre de 1859, fue discípulo de Joaquín Martínez de la Vega en la sección de Pintura que éste dirigía en el Liceo Artístico malagueño. Su firme aprendizaje posibilita, en 1880, la adquisición municipal de una obra suya, así como el hecho de exponer a nivel local. Consigue a continuación, en diciembre de 1882 y en principio hasta diciembre de 1886, la pensión en Roma otorgada por la Diputación. Pero, trasladado allí, permanecerá en Italia de por vida.

Su primer envío como pensionado consiste en la copia de un fragmento de la Disputa del Sacramento de Rafael, no muy conseguida, en tanto que el siguiente trabajo de pensión es un José en la cisterna (como el anterior, en la propia Diputación), que en realidad respondía a la tarea académica del desnudo del natural acomodado a asunto histórico-bíblico. En Roma también frecuenta, como tantos otros españoles, a Villegas, y en su órbita trabaja temas orientales (algún asunto de Tánger) y de «casacón»; estos últimos –de los que se citan El cardenal tomando chocolate y otro purpurado dentro de una biblioteca– de factura exquisita y variedad cromática. A la vez, como un miembro más de la colonia de españoles, participa de las tertulias del café Greco. Aunque su residencia habitual parece que estuvo siempre en la Ciudad Eterna, pasa pronto a Venecia, desde donde ya en 1885 remite una vista del Gran Canal, y en 1887 se le sitúan abundantes cuadros de vedute de dicha ciudad. En efecto, ganado por su belleza y pintoresquismo, se vuelca en la realización, en pequeñas dimensiones, de tales paisajes urbanos, repitiéndolos en bastantes ocasiones con mínimas variantes. Venecia es en ese momento polo de atracción de españoles gracias a la viuda de Fortuny y por el peso de la producción veneciana de Villegas, sumándose también al efecto las permanencias veraniegas (con posterior residencia continuada) de Martín Rico, cuyo paisajismo preciosista es trasmitido a Reyna.

Un desaparecido lienzo de grandes proporciones, Floralía, le proporcionó medalla de tercera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año de 1887, siendo considerado en su momento como el mejor cuadro del pintor. Su ininterrumpida estancia en Italia no le impidió conservar sus contactos con la patria chica. De él se citan abundantes envíos que se perdieron en el incendio de la Aduana malagueña. Por otra parte, el Santi barati del Museo de Málaga, alarde de maestría, de observación y de técnica, según juicios de la época, fue donación del autor. También el Rancho andaluz, que figuró en la Mostra Internazionale de Roma de 1911, acabaría en el museo malagueño, al igual que varios paisajes de idéntica fecha. Antes, en 1895, la reina regente, María Cristina de Habsburgo, le concede la cruz de caballero de la orden de Carlos III, asociándose el hecho a la realización de unas sobrepuertas que pasaron después al Ateneo de Madrid, aunque al parecer no se encuentren ahora en ese paradero.

Exporta también su obra a Londres, donde se exponen varias veces sus vistas venecianas. Asimismo, sus exposiciones regulares en Roma posibilitan el ingreso en su museo de tres de sus cuadros titulados Roma sparita, y de dos retratos del papa Benedicto XV en el Museo Vaticano. Su ya citada pericia para el retrato se refuerza con la modernidad que refleja su Autorretrato, donado por él mismo a la Academia malagueña de San Telmo (y ahora en el Museo Provincial). Su movilidad –por último– fuera de Roma, no se ciñe solamente a Venecia, sino que, al igual que algunos de sus compatriotas, pasa temporadas en Asís para frecuentar a los Benlliure, pero sobre todo baja hasta Nápoles, donde se aproxima a la escuela de Posillipo y pinta en sentido verista. Fallecerá en Roma el 3 de febrero de 1937.

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