Historia

El antiguo arte de los bonsáis: cultivando el esteticismo japonés

Escrito por Tom | 20 de noviembre de 2019


A simple vista, los bonsáis son simplemente unas plantitas retorcidas en macetas, apreciadas por jardineros japoneses y japonófilos de todo el mundo. Pero la palabra bonsái (‘plantado en maceta’) denota arte en sí; un arte cuidadoso, preciso e invisible en el que los árboles se empequeñecen de una forma sumamente controlada para reproducir el aspecto de sus hermanos muchos más grandes y mayores.

Es un acto de amor y algo que refleja algunas de las filosofías estéticas más esenciales de la cultura japonesa. A tenor de esta forma de arte meditativa y estratificada, nos adentramos en la historia de los bonsáis y en cómo estos arbolitos han contribuido a cultivar la estética japonesa.


De penjing a bonsái


Si bien los bonsáis son en realidad una forma de arte japonés, originalmente derivan del arte chino del penjing. La palabra penjing se traduce como ‘planta de bandeja’ y fue hacia 706 e. c. cuando empezaron a aparecer estos árboles en recipientes. Los penjing son similares a los bonsáis en su creación de paisajes en miniatura, pero mientras los bonsáis tienden a mostrar un solo árbol estilizado, los penjing consisten en paisajes silvestres de gran efecto con múltiples rasgos naturales (cuencas rocosas, picos diminutos) dispuestos en bandejas. Estas plantas a menudo se ofrecían como regalos en toda China, siendo apreciadas por su aspecto enmarañado y por su tamaño. 


No obstante, los penjing no se introdujeron en Japón hasta el periodo Kamakura, cuando la influencia china siguió impregnando la cultura japonesa. Coincidió con la introducción del budismo zen en Japón y marcó un momento crucial en la evolución del esteticismo japonés. Cautivados por los penjing, los japoneses empezaron a plantar sus propios árboles, pero adquirieron formas muchos más simples y elegantes, inspirándose en el paisaje japonés, que era mucho menor y en conjunto más dócil que el de sus vecinos chinos. Los bonsáis consiguieron tener un atractivo masivo tras la producción de una obra del dramaturgo y esteta Zeami Motokiyo, que adaptó la historia de un samurái que quemó su amado bonsái para que un monje viajero pudiera calentarse en una fría noche. La obra ayudó a popularizar los bonsáis, y si avanzamos rápidamente unos pocos siglos hasta el XVIII, todas las clases sociales cuidaban de sus propios bonsáis. 


En este periodo empezó a celebrarse una muestra anual en Kioto dedicada al arte del bonsái, y aproximadamente en ese momento se congregó en Osaka un grupo de eruditos de las artes chinas para debatir sobre los estilos populares de árboles en miniatura que iban brotando. Para consolidar estos elegantes árboles como arte por derecho propio (e independiente de los árboles hachi-no-ki, similares pero en macetas más profundas), se acuñó la palabra bonsái. 



El aspecto de los penjing es más silvestre y más orientado al paisaje que los bonsáis, completos con picos y cuencas


Principios estéticos


Los bonsáis se rigen por varios estrictos principios estéticos. Si bien el bonsái ideal es un único árbol, mostrado de manera independiente, dicho árbol se tiene que moldear y diseñar de una manera en la que su edad se exagere. Al mismo tiempo, no debe haber evidencia visible en el árbol de la obra de ningún diseñador (ninguna marca permanente que la naturaleza no hubiera causado). Necesitan tener una determinada altura para ser equilibrados; no simétricos (se desaconseja), pero lo suficiente como para presentar una forma atractiva. Por ejemplo, el tronco no debe ser demasiado fino si las ramas son gruesas. Y en cuanto logres todo esto, solo necesitarás mantenerlo durante años. 


Wabi-sabi


Los bonsáis juegan un destacado papel en Japón porque reflejan y simbolizan algunas de las filosofías estéticas centrales del país. Formados a partir de los principios del budismo zen, los bonsáis emplean gran parte de los valores de esta creencia. Cuidar de un bonsái se relaciona con la práctica de diligencia, moderación y disciplina –son años (a veces décadas) de podas y esquejes–, por lo que los bonsáis se consideran más un arte que una simple actividad. 


La filosofía wabi-sabi es un ejemplo que se refleja en los bonsáis. El wabi-sabi, caracterizado por nociones de imperfección, impermanencia e inconclusión, es un punto de vista que encuentra la belleza en la ausencia. Los bonsáis, con sus cortezas retorcidas, texturas ásperas y formas enredadas, presentan una cierta rugosidad y, tal como algunos dirían, un carácter grotesco. En estos árboles, una rama que esté levemente doblada o deformada no resta belleza, sino que la realza. La edad también es importante; si el wabi-sabi encuentra la belleza en la transitoriedad, los bonsáis y su apariencia curtida ayudan a reforzar ideales de antigüedad y de la irrevocabilidad del tiempo. 



Las formas retorcidas de los bonsáis son vistas como un símbolo de belleza más que como algo grotesco


Shibui/shibusa


Otra filosofía estética ligada a los bonsáis es la de lo shibui. Shibui (shibusa), un concepto que se centra en la sutileza, está relacionado con la belleza discreta, de un tipo que no es inmediato ni extravagante, sino que se tarda en reconocer. Con fuerte relación con la forma y la textura, hay una conexión con el equilibrio; la harmonía entre lo contenido y lo reconocido, suavidad y aspereza, simplicidad y complejidad. Los bonsáis son una materialización natural de shibusa. Con su forma de árbol, puede que parezcan simples árboles en miniatura, pero se les dedican años de podas y atenciones constantes (a menudo los dueños se refieren a ellos como sus ‘hijos’). Las macetas de estos árboles tienen que estar bonitas, pero no prístinas; adornadas, pero nunca demasiado; simplemente macetas, pero no perfectas. 



Los bonsáis son engañosamente complejos, algo que se considera que es otra cara de su belleza


Los bonsáis son una forma de arte dinámico y que combina a la perfección habilidades de horticultura con una buena dosis de estética japonesa. Es una práctica reflexiva y que puede inculcar mantras y actitudes que van más allá de la horticultura. Cuidar de un bonsái es una tarea que requiere cariño, pero, como cualquier entusiasta de los bonsáis te diría, es toda una recompensa. 

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