Historia

El legado duradero de los villanos de Disney codificados como queer

Escrito por Tom Flanagan | 10 de junio de 2022


Los villanos de ficción de las películas de Disney son venerados y temidos, pero su inspiración tiene sus raíces en personas reales, la mayoría de las cuales son queer. Desde Úrsula de La sirenita hasta Scar de El rey león, estos personajes se codificaron como queer por incorporar rasgos y características estereotipadas, como una pronunciada feminidad o masculinidad a menudo asociadas a personas queer, algo inspirado en una época en que las representaciones de la homosexualidad eran tabú en el cine. El experto en arte de animación y Disney Wouter Korst nos habla sobre el legado genial pero complicado de los villanos de Disney codificados como queer y por qué todavía vale la pena celebrarlos.


Un coche clásico Panther de Ville frena y se para. Dos dálmatas de dibujos animados corren hacia la ventana: ‘¡Es ella! Esa mujer demonio’, le dice uno de los perros al otro. Su dueño, Roger, se arranca con una canción: ‘Cruella de Vil, Cruella de Vil, es todo un espanto, Cruella de Vil’. Todo esto antes de que podamos ver a Cruella de Vil, la antagonista principal de la película animada de Disney de 1961 101 dálmatas


Y entra ella, envuelta en un nuevo abrigo de piel beige con forro rojo, luciendo su característico cabello partido en blanco y negro. ‘Anita, queriiiida’, dice arrastrando las palabras, mientras golpea la puerta a la niñera de la casa. ‘¿Cómo estás?’, pregunta Anita. ‘Aburrida, querida, como de costumbre, completamente hastiada’, afirma mientras agita su boquilla larga de cigarrillo y llena la casa de un humo verde. Es un torbellino de entrada —con la bella voz de la fallecida Betty Lou Gerson—, y una introducción icónica a uno de los muchos personajes míticos codificados como queer que han encarnado a villanos de Disney y a las tácticas empleadas para representarlos.




‘Los villanos de Disney son icónicos porque son reconocibles instantáneamente como los malos, explica el experto en arte de Disney y animación Wouter Korst. ‘Siempre hay algo oscuro en ellos, sin importar cuán coloridos puedan parecer. También suelen ser extravagantes, unas caricaturas, y grotescos en cuanto a diseño y comportamiento, contrastando con los protagonistas, más modestos’. 


Los villanos eran tan memorables, como los propios héroes, cuando no más, en gran parte gracias a sus rasgos distintivos y una gran personalidad. No obstante, en vez de simples caprichos creativos y e inspiración, estos rasgos representan un intento intencional de codificación queer. 


La codificación queer es un mecanismo por el cual los personajes se describen como 'queer' otorgándoles ciertos atributos y características, sin afirmar nunca que sean LGBTQ +. En realidad, las personas queer representan una amplia gama de individuos, sin rasgos establecidos, simplemente no conformes a los estándares heteronormativos. En Disney esto ha significado en gran medida recurrir a características que no se consideraban normativas para hombres o mujeres, o bien exagerar la masculinidad y la feminidad. Los personajes masculinos podían usar maquillaje, ser retorcidos y vanidosos, mientras que las mujeres podían ser egoístas y nada maternales. 


Pensemos en Cruella de Vil, por ejemplo. Aunque de entrada siniestra, sus marcados signos de ‘camp’ le confieren un atractivo casi cómico. Su debilidad por la moda de lujo, la teatralidad, sus observaciones mordaces y el desdén por lo convencional se contraponen a la acomodada pareja propietaria de los dálmatas, Anita y Roger, ampliamente considerados los ‘buenos’. Cruella es una ‘villana’ de principio a fin, interesada únicamente en sus propios lujos y beneficios. No obstante, también es un símbolo de lo diferente. Es una mujer soltera exitosa que odia a los niños, una voz casi desconocida en los medios de comunicación estadounidenses, y uno de los motivos por los que las personas queer la han valorado a lo largo de los años. Las personas queer se veían más representadas en Cruella de Vil que en los héroes.



Cruella de Vil, la siempre terrorífica villana. 

  

En muchos sentidos, representaciones como la de Cruella han sido tan empoderadoras como desalentadoras. Mientras que una villana como Cruella representaba algo más interesante y subversivo que los héroes convencionales cortados por un mismo patrón, ¿por qué Disney eligió únicamente a villanos para codificar como queer? 


El código Hays

 

En la década de 1920, las relaciones LGBTQ + sí existían en la gran pantalla. Películas como Alas (1927), a la que se le atribuyó ampliamente el ser una de las primeras películas importantes en mostrar un beso entre dos hombres, y Marruecos (1930), famosa por su beso entre dos mujeres, mostraron que Hollywood estaba abierto a alguna forma de representación, aunque ambas películas se encontraron con reacciones escandalizadas y despectivas. 


No obstante, una sucesión continua de escándalos en Hollywood desencadenó una tormenta política en los Estados Unidos y una evaluación de la industria del cine. Hollywood se había considerado durante mucho tiempo como un semillero de comportamientos licenciosos e influencias por parte de grupos religiosos; y mientras que el cine seguía un precódigo de cosas prohibidas y de tener cuidado, la élite política conservadora quería más restricciones. Ante la perspectiva de una censura externa, Hollywood tuvo la oportunidad de autocensurarse siguiendo una lista de pautas conocida como el Código de Producción Cinematográfica; también conocido como el código Hays, tomado de William H. Hays, el presidente de Motion Picture Producers and Distributors of America. Este código, inspirado en el precódigo de 1927, incluía una lista de temas objeto de prohibiciones absolutas, por temor a que influyeran en ciertos públicos, y ‘sugerencias’ de temas que podrían presentarse teniendo un cuidado especial.



Úrsula fue una villana posterior de Disney que abrazó el poder de lo ‘camp’. 

 

Mientras que temas como la violencia y el crimen sexuales entraron en la lista, también lo hicieron cuestiones como la ‘perversión sexual’; la forma en que el código se refiere a la homosexualidad, las relaciones entre personas del mismo sexo y cualquier dinámica que se desvíe de la familia nuclear tradicional. Esto significaba que ningún personaje podía ser clasificado como gay, y si lo era, se le presentaba como un criminal o se le castigaba por ello. 


A pesar de que el código Hays se creó en la década de 1930, la prohibición de películas que presentan cualquier forma de homosexualidad fue uno de sus efectos más dañinos a largo plazo. Muchos otros aspectos del código, como la prostitución y el crimen, empezaron a pasarse por alto cuando se hizo evidente la cantidad de ingresos que se obtenían con estos temas ilícitos. La homosexualidad, sin embargo, no contó con el mismo margen de maniobra y llevó a los cineastas que querían presentar a personajes LGBTQ + a confiar en estereotipos para darles vida. 


Aportando un carácter más queer


En tanto que una de las productoras más exitosas de Estados Unidos, las películas de Disney estaban sujetas al código Hays igual que cualquier otra. Si bien durante mucho tiempo defendieron la historia de amor tradicional y sus protagonistas aspiracionales, Disney también creó villanos como nadie. En lugar de simplemente crear unos villanos de ficción, buscaron inspiración en personas reales. 


‘Lo típico es que Disney muy a menudo ha basado sus villanos en personas reales existentes’, explica Wouter. ‘No se trataba solamente de su aspecto, sino también de la personalidad, sus maneras y, a veces, incluso su voz real. Para sus villanos parecen haber buscado lo que definirían como personas excéntricas, con características y rasgos faciales a menudo poco convencionales que se exagerarían en los personajes animados, como Hans Conried como el Capitán Garfio. Las escenas de la película animada fueron interpretadas en el estudio por el actor como una verdadera referencia en vivo para los animadores’.



Siempre es divertido observar las diferentes etapas de desarrollo de los personajes, ya que en los inicios a menudo se representa al personaje mucho más próximo a la fuente de inspiración (en el caso de Úrsula, la drag queen Divine) que con su aspecto real en la película animada final’, dice Wouter.

El problema con esto era que a menudo eran ‘presuntas’ personas queer que el estudio empleaba como inspiración para los villanos. Como la homosexualidad no podía presentarse en la pantalla de manera positiva, los animadores y escritores encontraron una laguna, valiéndose de los villanos como un canal para la expresión de lo queer. Cualquier fan de Disney puede recordar ciertos puntos en común entre los villanos de las películas: acento británico, extravagancia, obsesión por la autopreservación, juventud y teatralidad. Todo esto eran formas implícitas de denotar lo queer y los rasgos que los medios han inculcado en el público como ‘queer’. Al público de la época se le enseñó a ver que la homosexualidad tiene algo de negativo y ‘anormal’, por lo que los estudios de cine utilizaron estereotipos para reproducir la falta de cercanía de los villanos y marcarlos como parias. 


Podría decirse que para Disney esto empezó con la Reina Malvada en Blancanieves y los siete enanitos; los animadores, inspirados en actrices como Joan Crawford, resaltaron cosas como su naturaleza insensible; el papel como mujer soltera y mayor con poder, así como atributos físicos inusualmente femeninos como una voz grave y una mandíbula pronunciada que, intencionalmente o no, implicaban carácter queer. No era una mujer convencional y los espectadores en ese momento lo comprenderían y la reconocerían como queer. Que el principal reniego de la Reina Malvada sea la belleza de Blancanieves, la cual trata de robar a través de la seducción —un recurso clásico utilizado por los villanos codificados como queer—, solo sugiere que ella es una amenaza para la heroína y lo normativo. La película fue tan popular entre el público, que Disney siguió empleando esta táctica para sus villanos en películas animadas posteriores.



Si bien la vanidad de Gastón era un estereotipo gastado inspirado en los hombres queer, su ramalazo y su estilo han permitido que su popularidad perdure. 

 

‘Ejemplos interesantes de una supuesta codificación queer son los villanos creados por el animador abiertamente gay Andreas Deja. Aunque ninguno de estos malos fuera abiertamente gay, parecen tener unas maneras que apuntan a ello; como el arreglado Jafar de Aladdín (1992), el afeminado Scar de El rey león (1994) y el narcisista Gastón de La Bella y la Bestia (1991). Se puede argumentar que esta representación era demasiado tópica y estereotipada. ¿Por qué todos tenían que ser villanos? Los animadores en ese momento tenían mucha más libertad con los malos que con los protagonistas, que se encontraban aún más limitados por convenciones, clichés, estereotipos y roles de género’.



Scar es un ejemplo de las afectaciones pronunciadas empleadas por Disney para indicar lo queer.
 

Saber que muchos de estos personajes queer fueron creados por un hombre gay es una información de contexto importante para ver las representaciones menos como una forma de demonizar lo queer y más como una manera de celebrarlo. ¿Quién podría olvidar el constante desdén de Scar por todos los que lo rodean —‘Estoy rodeado de idiotas’—, a Madam Mim y su ‘Alguien está enfermo, ¡qué e estupendo!’, o la alegría diabólica de Úrsula cuando Ariel se acerca a ella suplicando ayuda y ella dice: ‘Pero pequeña y dulce niña, eso es lo que hago, para eso viiiiiivo’. 


Fueron revolucionarios por su carácter subversivo y su fealdad, aunque su éxito también tuvo sus inconvenientes para las personas queer. Estos villanos fueron tan omnipresentes con su popularidad, que al público le resultaba difícil reconocer a personas queer como personas diferentes que no fueran ‘campy’ y extravagantes. Es un legado que los medios modernos aún están desmontando y un recordatorio de por qué la representación de la diversidad es tan crucial. 


¿Por qué nos encantan los villanos?

 

Muchos de estos villanos han conseguido tener una legión de seguidores, incluso cuando las representaciones de lo queer han sido abrumadoramente estereotipadas y negativas. Y, no obstante, una gran parte de estos fans son queer. 


Hay numerosos argumentos sobre por qué esto no es más que un motivo evidente por el que personas queer no tenían ninguna representación en la pantalla. Ver algún elemento de uno mismo reflejado, tanto si uno se ajustaba o no a los estereotipos, es reconfortante. Más identificables incluso fueron las circunstancias en las que se encontraban. La mayoría de los villanos en algún sentido eran parias, eran rechazados por su familia o por la sociedad. Desde Scar hasta Maléfica y Cruella de Vil, todos eran figuras solitarias que intentaban encajar. Aunque generalmente a través de medios malvados, hay algo que refleja la experiencia queer de tratar de encajar y que probablemente se hizo sentir entre el público queer.



A todos nos gustan los villanos. Y Jafar.

 

Pero más allá de los fans queer, hay algo que a todos nos encanta de estos malos, concretamente su libertad a la hora de expresar exactamente quiénes son, dice Wouter. 


‘Si nos fijamos en todos los villanos clásicos de Disney, la mayoría de ellos son intransigentemente malvados; no hay absolutamente nada bueno en ellos. Y por ello no están regidos por los estándares convencionales de belleza o comportamiento, no tienen que responder por nada. Como son malos en todos los sentidos, son libres. Apelan al lado oscuro de todos nosotros. Creo que todos reconocemos hasta cierto punto esa necesidad de romper las reglas o de comportarnos mal. En nuestra vida cotidiana nos enfrentamos a las complejidades de lo bueno y lo malo, pero como los villanos de Disney son tan obviamente malos, es algo muy seguro que nos gusten. Creo que ese lado oscuro, esa libertad en combinación con esa seguridad, es la razón por la que nos atraen’.



Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella?


Los villanos de Disney nos proporcionan un medio de expresión. Aprovechan las dudas que muchas personas tienen a la hora de explorar quiénes son realmente. Estos malos interpretan a sus personajes y se deleitan con su exageración. Cruella se desarrolla como un ser vicioso, del mismo modo que Scar progresa como alguien petulante, y ambos nos encantan por ello. Si bien los antagonistas de Disney de hoy son un poco más polifacéticos y están menos influenciados por los códigos queer, el legado duradero de nuestros villanos favoritos de Disney es el sustento con el que contó el público queer cuando no tenían a nadie a quien recurrir. Y a pesar de todos sus fallos y exageraciones, demostraron una cosa: si no puedes ser siempre bueno, por lo menos te recordarán. 


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