Miquel Torner de Semir (1938) - Mujer en reposo · XL FORMAT





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"Mujer en reposo · XL FORMAT" de Miquel Torner de Semir (1938), óleo sobre madera, España, periodo posterior a 2020, estilo Barroco, 82 × 112 cm, firmado a mano, edición original.
Descripción del vendedor
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Miquel Torner de Semir, que representa una afirmación intensa del cuerpo femenino y de la identidad, mostrando una figura poderosa que enfrenta al espectador con una mirada directa y profundamente expresiva. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 82x112x1 cm.
· Óleo sobre tabla firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Miquel Torner de Semir.
· La pieza se encuentra en buen estado de conservación.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX, utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos o GLS con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro presenta la figura de una mujer recostada que ocupa casi la totalidad del espacio pictórico, imponiéndose con una presencia poderosa y directa. Su cuerpo aparece dispuesto de manera diagonal, creando una sensación de dinamismo que recorre toda la escena y guía la mirada del espectador de un extremo al otro. La postura, a la vez relajada y consciente, transmite una mezcla de abandono y control, como si la figura se ofreciera a la contemplación sin perder su autonomía. La composición no busca el equilibrio clásico, sino una tensión visual que mantiene viva la escena.
El rostro de la figura femenina destaca por su expresividad intensa y casi interrogante. Sus ojos abiertos, grandes y profundamente marcados, parecen observar al espectador con una mezcla de curiosidad y desafío, estableciendo un diálogo directo y sin intermediarios. La expresión no es complaciente ni pasiva, sino cargada de una presencia psicológica fuerte que invita a reflexionar sobre la identidad, la mirada y el papel del cuerpo representado. La cabeza, ligeramente inclinada y apoyada en el brazo, refuerza esa sensación de intimidad expuesta.
El cuerpo, voluminoso y rotundo, se muestra sin idealización, celebrando la forma humana en toda su complejidad. Las curvas están acentuadas y ocupan el espacio con naturalidad, transmitiendo una sensación de peso, carne y realidad. La figura no parece frágil ni etérea, sino sólida y terrenal, lo que aporta una fuerza casi escultórica a la escena. Esta representación del cuerpo sugiere una afirmación de la corporalidad como algo pleno y expresivo, lejos de cualquier intento de disimulo o suavización excesiva.
El entorno que rodea a la figura está compuesto por múltiples formas, colores y elementos que crean un espacio rico y simbólico. No se trata de un lugar reconocible, sino de un escenario interior, casi onírico, donde objetos y formas parecen convivir sin una lógica estrictamente narrativa. Este fondo fragmentado refuerza la sensación de un mundo interior complejo, cargado de emociones, recuerdos y estímulos visuales que dialogan con el cuerpo central. El contraste entre la figura y el entorno intensifica la fuerza expresiva del conjunto.
Los colores utilizados en toda la escena contribuyen de manera decisiva a su impacto emocional. Los tonos se superponen y se entrelazan, creando una vibración constante que evita cualquier sensación de quietud absoluta. Las variaciones cromáticas sobre la piel aportan profundidad y sugieren movimiento, mientras que los colores del fondo envuelven la figura en una atmósfera intensa y casi teatral. Todo parece estar en constante interacción, como si cada elemento respondiera a la presencia del cuerpo central.
En conjunto, el cuadro se presenta como una afirmación poderosa del cuerpo y de la mirada, una obra que confronta al espectador con una imagen directa, compleja y cargada de significado. La figura femenina no es un objeto pasivo, sino el eje de una composición vibrante que combina intimidad, fuerza y misterio. La escena invita a una contemplación profunda, más emocional que narrativa, dejando una impresión duradera por su intensidad y su audaz expresividad.
El vendedor y su historia
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Miquel Torner de Semir, que representa una afirmación intensa del cuerpo femenino y de la identidad, mostrando una figura poderosa que enfrenta al espectador con una mirada directa y profundamente expresiva. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 82x112x1 cm.
· Óleo sobre tabla firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Miquel Torner de Semir.
· La pieza se encuentra en buen estado de conservación.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX, utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos o GLS con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro presenta la figura de una mujer recostada que ocupa casi la totalidad del espacio pictórico, imponiéndose con una presencia poderosa y directa. Su cuerpo aparece dispuesto de manera diagonal, creando una sensación de dinamismo que recorre toda la escena y guía la mirada del espectador de un extremo al otro. La postura, a la vez relajada y consciente, transmite una mezcla de abandono y control, como si la figura se ofreciera a la contemplación sin perder su autonomía. La composición no busca el equilibrio clásico, sino una tensión visual que mantiene viva la escena.
El rostro de la figura femenina destaca por su expresividad intensa y casi interrogante. Sus ojos abiertos, grandes y profundamente marcados, parecen observar al espectador con una mezcla de curiosidad y desafío, estableciendo un diálogo directo y sin intermediarios. La expresión no es complaciente ni pasiva, sino cargada de una presencia psicológica fuerte que invita a reflexionar sobre la identidad, la mirada y el papel del cuerpo representado. La cabeza, ligeramente inclinada y apoyada en el brazo, refuerza esa sensación de intimidad expuesta.
El cuerpo, voluminoso y rotundo, se muestra sin idealización, celebrando la forma humana en toda su complejidad. Las curvas están acentuadas y ocupan el espacio con naturalidad, transmitiendo una sensación de peso, carne y realidad. La figura no parece frágil ni etérea, sino sólida y terrenal, lo que aporta una fuerza casi escultórica a la escena. Esta representación del cuerpo sugiere una afirmación de la corporalidad como algo pleno y expresivo, lejos de cualquier intento de disimulo o suavización excesiva.
El entorno que rodea a la figura está compuesto por múltiples formas, colores y elementos que crean un espacio rico y simbólico. No se trata de un lugar reconocible, sino de un escenario interior, casi onírico, donde objetos y formas parecen convivir sin una lógica estrictamente narrativa. Este fondo fragmentado refuerza la sensación de un mundo interior complejo, cargado de emociones, recuerdos y estímulos visuales que dialogan con el cuerpo central. El contraste entre la figura y el entorno intensifica la fuerza expresiva del conjunto.
Los colores utilizados en toda la escena contribuyen de manera decisiva a su impacto emocional. Los tonos se superponen y se entrelazan, creando una vibración constante que evita cualquier sensación de quietud absoluta. Las variaciones cromáticas sobre la piel aportan profundidad y sugieren movimiento, mientras que los colores del fondo envuelven la figura en una atmósfera intensa y casi teatral. Todo parece estar en constante interacción, como si cada elemento respondiera a la presencia del cuerpo central.
En conjunto, el cuadro se presenta como una afirmación poderosa del cuerpo y de la mirada, una obra que confronta al espectador con una imagen directa, compleja y cargada de significado. La figura femenina no es un objeto pasivo, sino el eje de una composición vibrante que combina intimidad, fuerza y misterio. La escena invita a una contemplación profunda, más emocional que narrativa, dejando una impresión duradera por su intensidad y su audaz expresividad.

