Stefanie Schneider - Stefanie Schneider's Minis 'White Trash Beautiful' (29 Palms, CA)






Tiene más de diez años de experiencia en el arte, especializándose en fotografía de posguerra y arte contemporáneo.
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Descripción del vendedor
Minis de Stefanie Schneider 'White Trash Beautiful' (29 Palms, CA) - 1999 -
Firmado al frente, no montado.
Fotografías en color de archivo basadas en los Polaroids originales.
Ediciones abiertas de tamaño Polaroid 1999-2019
10,7 x 8,8 cm (Imagen 7,9 x 7,7 cm) cada uno.
Condición perfecta
El arte de Stefanie Schneider: Un sueño de percepción y memoria
En los reinos extraños y cambiantes del trabajo de Stefanie Schneider, existe una belleza inquietante, del tipo que no se ve tanto como se experimenta—se siente en la médula, se comprende en fragmentos. La suya no es un mundo de claridad, sino de percepción: un paisaje donde la realidad se curva, distorsiona y se vuelve algo más parecido a los estados oníricos donde los límites del yo y del tiempo se difuminan.
Sus imágenes son una forma de desilusión, o quizás un suave reavivamiento, un renacimiento de lo que creemos haber perdido. A través del lente desvanecido de Polaroid, un medio que captura tanto la pureza como la imperfección de la memoria, Schneider nos reintroduce en lo que hay al otro lado del velo. No estamos simplemente mirando la imagen; estamos dentro de ella, suspendidos en los momentos lánguidos y medio recordados entre el sueño y la vigilia.
Las figuras en sus fotografías—a menudo mujeres, tan evocadoras en su aislamiento—flotan a través de un desierto tanto literal como psicológico. El color parece parpadear como alguna visión alucinatoria, atrayéndonos hacia una existencia que es a la vez hermosa y trágica. Hay una cualidad andrógina en su trabajo, una sugerencia de identidades no fijas sino en flujo, como si la forma humana misma fuera algo maleable, fácilmente estirado y alterado por las fuerzas del tiempo y la emoción. Estas figuras existen como individuos y como arquetipos, como si el espectador pudiera ponerse en su lugar y dejar atrás el yo, experimentando qué significa ser otro, ser algo efímero, nunca completamente aquí pero siempre recordado.
Como los más finos soñadores, Schneider juega con el tiempo, colapsando pasado, presente y futuro en una especie de momento eterno, donde nada es permanente y todo está sujeto a las leyes de la impermanencia. Hay una profunda tristeza en esto—una conciencia de que el acto mismo de recordar es un acto de pérdida. Y, sin embargo, también existe una extraña especie de liberación, una libertad al aceptar la inevitable decadencia de las cosas, la transformación de los momentos en algo que es a la vez distante e íntimo.
El trabajo de Schneider no simplemente captura el mundo; lo destila en algo más surrealista, más inasible. A través del lente de la memoria y la paleta de colores que se desvanecen, nos transporta a un lugar donde no somos solo espectadores, sino participantes, tocando lo inalcanzable, entendiendo lo efímero y—quizás lo más importante—recordando la belleza de las cosas que no se pueden sostener.
Minis de Stefanie Schneider 'White Trash Beautiful' (29 Palms, CA) - 1999 -
Firmado al frente, no montado.
Fotografías en color de archivo basadas en los Polaroids originales.
Ediciones abiertas de tamaño Polaroid 1999-2019
10,7 x 8,8 cm (Imagen 7,9 x 7,7 cm) cada uno.
Condición perfecta
El arte de Stefanie Schneider: Un sueño de percepción y memoria
En los reinos extraños y cambiantes del trabajo de Stefanie Schneider, existe una belleza inquietante, del tipo que no se ve tanto como se experimenta—se siente en la médula, se comprende en fragmentos. La suya no es un mundo de claridad, sino de percepción: un paisaje donde la realidad se curva, distorsiona y se vuelve algo más parecido a los estados oníricos donde los límites del yo y del tiempo se difuminan.
Sus imágenes son una forma de desilusión, o quizás un suave reavivamiento, un renacimiento de lo que creemos haber perdido. A través del lente desvanecido de Polaroid, un medio que captura tanto la pureza como la imperfección de la memoria, Schneider nos reintroduce en lo que hay al otro lado del velo. No estamos simplemente mirando la imagen; estamos dentro de ella, suspendidos en los momentos lánguidos y medio recordados entre el sueño y la vigilia.
Las figuras en sus fotografías—a menudo mujeres, tan evocadoras en su aislamiento—flotan a través de un desierto tanto literal como psicológico. El color parece parpadear como alguna visión alucinatoria, atrayéndonos hacia una existencia que es a la vez hermosa y trágica. Hay una cualidad andrógina en su trabajo, una sugerencia de identidades no fijas sino en flujo, como si la forma humana misma fuera algo maleable, fácilmente estirado y alterado por las fuerzas del tiempo y la emoción. Estas figuras existen como individuos y como arquetipos, como si el espectador pudiera ponerse en su lugar y dejar atrás el yo, experimentando qué significa ser otro, ser algo efímero, nunca completamente aquí pero siempre recordado.
Como los más finos soñadores, Schneider juega con el tiempo, colapsando pasado, presente y futuro en una especie de momento eterno, donde nada es permanente y todo está sujeto a las leyes de la impermanencia. Hay una profunda tristeza en esto—una conciencia de que el acto mismo de recordar es un acto de pérdida. Y, sin embargo, también existe una extraña especie de liberación, una libertad al aceptar la inevitable decadencia de las cosas, la transformación de los momentos en algo que es a la vez distante e íntimo.
El trabajo de Schneider no simplemente captura el mundo; lo destila en algo más surrealista, más inasible. A través del lente de la memoria y la paleta de colores que se desvanecen, nos transporta a un lugar donde no somos solo espectadores, sino participantes, tocando lo inalcanzable, entendiendo lo efímero y—quizás lo más importante—recordando la belleza de las cosas que no se pueden sostener.
