Miquel Barceló (after) - Constelació Nº4 - Offset Lithography - Licensed print






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Descripción del vendedor
Litografía offset after de Miquel Barceló (*)
Reproducción de la obra “Constelació Nº4” (**), técnica mixta de pigmentos y látex sobre lienzo creada por Barceló en 1989
Editada sobre papel grueso de alta calidad Art Fine (200g)
Publicada por Mueso d’Art Espanyol Contemporani de Palma de Mallorca.
Impresión autorizada con copyright y número de serie legal.
Gran Formato.
- Dimensiones hoja: 68 x 68 cm
- Estado: Excelente (esta obra nunca ha sido enmarcada ni expuesta, siempre conservada en carpeta profesional de arte, por lo que se conserva en perfecto estado).
La obra será cuidadosamente manipulada y empaquetada en paquete de cartón reforzado. El envío será certificado con número de seguimiento.
El envío incluirá además seguro de transporte por el valor final de la obra con reembolso completo en caso de pérdida o daño, sin coste para el comprador.
(*) El temprano interés de Miquel Barceló por el arte procede de su madre, pintora en la tradición del paisaje mallorquín; su primer deslumbramiento lo experimentó cuando viajó a París en 1974 y descubrió la pintura de Paul Klee, Jean Dubuffet, y las obras del art brut en general, que tendrían sobre él un impacto duradero.
Ese mismo año comenzó a asistir a clases de dibujo y modelado en la Escuela de Artes Decorativas de Palma de Mallorca, y poco después ingresó en la Escuela de Bellas Artes Sant Jordi, de Barcelona, aunque apenas concurrió a clases durante los primeros meses; en cambio, fue decisiva su formación autodidacta: leía con voracidad todo tipo de obras y paulatinamente fue explorando los cuadros de Lucio Fontana, Mark Rothko, Jackson Pollock y Willem de Kooning, entre otros destacados artistas.
En 1976 participó en los happenings y las acciones de protesta del grupo Taller Llunàtic, y con ellos realizó su primera exposición en Barcelona, en la galería Mec-Mec, en 1977; al año siguiente expuso en Mallorca telas cubiertas de pintura a las que incorporaba elementos orgánicos. Más adelante experimentó con gruesas capas de pintura sobre lienzos que sometía a la intemperie, para provocar en ellos reacciones físicas y químicas espontáneas, como la oxidación o los cuarteamientos, que dejaban al descubierto las entrañas del cuadro. Nunca abandonaría la experimentación con materiales orgánicos y con formas extraídas de la naturaleza.
Su participación en la Bienal de Sâo Paulo (1981) y en la Documenta de Kassel VII (1982) lo proyectaron a la escena artística internacional en plena juventud. Los principales museos y galerías del mundo comenzaron a reclamarlo y sus cuadros alcanzaron una elevadísima cotización, insólita en un artista de su edad. Con igual premura llegaron importantes galardones: en 1986 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas, y en 2003 recibiría el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Barceló ha vivido largas temporadas en Malí, país africano cuya luz, como la del Mediterráneo, ha dejado profundas huellas en su pintura. En 1992 se casó en secreto en la localidad de Artá con Cecile, una holandesa especialista en literatura. Meses después, en agosto de ese año, fue padre por primera vez al dar a su mujer a luz en Mallorca a una niña que recibió el nombre de Marcela María Celia. El matrimonio reside en su casa-taller de Sa Devesa de Ferrutx (Mallorca). En el año 2002 realizó una memorable ilustración de La Divina Comedia de Dante, y en 2007 inauguró un extraordinario retablo cerámico en la capilla del Santísimo de la catedral de Palma de Mallorca, que recrea el milagro de los panes y los peces.
En noviembre de 2008 se presentó al público la decoración de la cúpula de la Sala XX del Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, bautizada como "Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones". Esta obra, que cubre 1600 metros cuadrados y cuyo coste ascendió a 20 millones de euros, sólo puede ser apreciada por el espectador de forma fragmentaria, debido a su gran superficie; en ella, el artista dio forma a miles de estalactitas marinas que en su conjunto evocan un gran mar universal.
La pintura barroca, el art brut, el expresionismo abstracto norteamericano, el arte povera italiano, las obras de Joan Miró y Antoni Tàpies se cuentan entre las influencias que Barceló ha transfigurado en una formidable síntesis personal de índole neoexpresionista y de desbordante imaginación, de densa presencia matérica e inmensa riqueza plástica.
(**) El enorme éxito internacional cosechado por Miquel Barceló se debe en buena medida a la fuerza plástica de sus pinturas, a la originalidad del repertorio de temas característicos y a una técnica basada en ciertos recursos, como el dominio de la perspectiva aérea, desde la que suele ofrecer visiones picadas de espacios difíciles de representar y el paso de las escalas minúsculas a las cósmicas, mostrando tanto objetos de presencia inmediata como lugares inmensos, como el mar que carece de límites concretos.
En el caso de Constel·lació núm. 4 (Forat blanc), palabra que parece sacada del mundo mítico de otro gran pintor mallorquín, Joan Miró, nos enfrenta a un espacio cosmogónico, sin límites ni referencias a un lugar concreto o una escala determinada, en el que todo parece girar en torno a un gran agujero blanco, como si fueran planetas o estrellas que forman una constelación lechosa alrededor de un gran vacío central. Sin embargo, algunas protuberancias matéricas del cuadro parecen proyectar sombras sobre la tela que sugieren formas de libélulas o insectos voladores, lo que situaría esta constelación en la escala de lo minúsculo.
Pero si comparamos esas protuberancias que, como excrecencias, pueblan la tela del cuadro, con las que aparecen en La flaque, podríamos interpretar este espacio como la consecuencia de un espejismo producido por la luz del desierto, donde las piedras sobre el suelo, de cegadora arena, parecen haberse puesto a girar ante nuestros ojos. En este cuadro, lo cósmico y lo terrenal se dan la mano.
El vendedor y su historia
Litografía offset after de Miquel Barceló (*)
Reproducción de la obra “Constelació Nº4” (**), técnica mixta de pigmentos y látex sobre lienzo creada por Barceló en 1989
Editada sobre papel grueso de alta calidad Art Fine (200g)
Publicada por Mueso d’Art Espanyol Contemporani de Palma de Mallorca.
Impresión autorizada con copyright y número de serie legal.
Gran Formato.
- Dimensiones hoja: 68 x 68 cm
- Estado: Excelente (esta obra nunca ha sido enmarcada ni expuesta, siempre conservada en carpeta profesional de arte, por lo que se conserva en perfecto estado).
La obra será cuidadosamente manipulada y empaquetada en paquete de cartón reforzado. El envío será certificado con número de seguimiento.
El envío incluirá además seguro de transporte por el valor final de la obra con reembolso completo en caso de pérdida o daño, sin coste para el comprador.
(*) El temprano interés de Miquel Barceló por el arte procede de su madre, pintora en la tradición del paisaje mallorquín; su primer deslumbramiento lo experimentó cuando viajó a París en 1974 y descubrió la pintura de Paul Klee, Jean Dubuffet, y las obras del art brut en general, que tendrían sobre él un impacto duradero.
Ese mismo año comenzó a asistir a clases de dibujo y modelado en la Escuela de Artes Decorativas de Palma de Mallorca, y poco después ingresó en la Escuela de Bellas Artes Sant Jordi, de Barcelona, aunque apenas concurrió a clases durante los primeros meses; en cambio, fue decisiva su formación autodidacta: leía con voracidad todo tipo de obras y paulatinamente fue explorando los cuadros de Lucio Fontana, Mark Rothko, Jackson Pollock y Willem de Kooning, entre otros destacados artistas.
En 1976 participó en los happenings y las acciones de protesta del grupo Taller Llunàtic, y con ellos realizó su primera exposición en Barcelona, en la galería Mec-Mec, en 1977; al año siguiente expuso en Mallorca telas cubiertas de pintura a las que incorporaba elementos orgánicos. Más adelante experimentó con gruesas capas de pintura sobre lienzos que sometía a la intemperie, para provocar en ellos reacciones físicas y químicas espontáneas, como la oxidación o los cuarteamientos, que dejaban al descubierto las entrañas del cuadro. Nunca abandonaría la experimentación con materiales orgánicos y con formas extraídas de la naturaleza.
Su participación en la Bienal de Sâo Paulo (1981) y en la Documenta de Kassel VII (1982) lo proyectaron a la escena artística internacional en plena juventud. Los principales museos y galerías del mundo comenzaron a reclamarlo y sus cuadros alcanzaron una elevadísima cotización, insólita en un artista de su edad. Con igual premura llegaron importantes galardones: en 1986 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas, y en 2003 recibiría el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Barceló ha vivido largas temporadas en Malí, país africano cuya luz, como la del Mediterráneo, ha dejado profundas huellas en su pintura. En 1992 se casó en secreto en la localidad de Artá con Cecile, una holandesa especialista en literatura. Meses después, en agosto de ese año, fue padre por primera vez al dar a su mujer a luz en Mallorca a una niña que recibió el nombre de Marcela María Celia. El matrimonio reside en su casa-taller de Sa Devesa de Ferrutx (Mallorca). En el año 2002 realizó una memorable ilustración de La Divina Comedia de Dante, y en 2007 inauguró un extraordinario retablo cerámico en la capilla del Santísimo de la catedral de Palma de Mallorca, que recrea el milagro de los panes y los peces.
En noviembre de 2008 se presentó al público la decoración de la cúpula de la Sala XX del Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, bautizada como "Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones". Esta obra, que cubre 1600 metros cuadrados y cuyo coste ascendió a 20 millones de euros, sólo puede ser apreciada por el espectador de forma fragmentaria, debido a su gran superficie; en ella, el artista dio forma a miles de estalactitas marinas que en su conjunto evocan un gran mar universal.
La pintura barroca, el art brut, el expresionismo abstracto norteamericano, el arte povera italiano, las obras de Joan Miró y Antoni Tàpies se cuentan entre las influencias que Barceló ha transfigurado en una formidable síntesis personal de índole neoexpresionista y de desbordante imaginación, de densa presencia matérica e inmensa riqueza plástica.
(**) El enorme éxito internacional cosechado por Miquel Barceló se debe en buena medida a la fuerza plástica de sus pinturas, a la originalidad del repertorio de temas característicos y a una técnica basada en ciertos recursos, como el dominio de la perspectiva aérea, desde la que suele ofrecer visiones picadas de espacios difíciles de representar y el paso de las escalas minúsculas a las cósmicas, mostrando tanto objetos de presencia inmediata como lugares inmensos, como el mar que carece de límites concretos.
En el caso de Constel·lació núm. 4 (Forat blanc), palabra que parece sacada del mundo mítico de otro gran pintor mallorquín, Joan Miró, nos enfrenta a un espacio cosmogónico, sin límites ni referencias a un lugar concreto o una escala determinada, en el que todo parece girar en torno a un gran agujero blanco, como si fueran planetas o estrellas que forman una constelación lechosa alrededor de un gran vacío central. Sin embargo, algunas protuberancias matéricas del cuadro parecen proyectar sombras sobre la tela que sugieren formas de libélulas o insectos voladores, lo que situaría esta constelación en la escala de lo minúsculo.
Pero si comparamos esas protuberancias que, como excrecencias, pueblan la tela del cuadro, con las que aparecen en La flaque, podríamos interpretar este espacio como la consecuencia de un espejismo producido por la luz del desierto, donde las piedras sobre el suelo, de cegadora arena, parecen haberse puesto a girar ante nuestros ojos. En este cuadro, lo cósmico y lo terrenal se dan la mano.
