Ismael Subirana (1937) - Susurros entre flores blancas





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Susurros entre flores blancas, óleo sobre tela de Ismael Subirana (1937), periodo 1970-1980, originaria de España, en estilo posimpresionismo.
Descripción del vendedor
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Ismael Subirana, que representa un paisaje sereno donde la luz, la vegetación y las montañas se unen para transmitir calma y armonía natural. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 46x38x2 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Ismael Subirana.
· La pieza se encuentra en perfecto estado de conservación.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro despliega ante la mirada un paisaje que parece suspendido en un instante de calma luminosa, como si la naturaleza hubiese decidido detener el tiempo para revelar su belleza más íntima. En primer plano se extiende un campo lleno de pequeñas flores blancas que se balancean suavemente, formando una alfombra viva que atrapa la luz con una delicadeza casi etérea. Cada tallo y cada pétalo parecen palpitar, componiendo una superficie vibrante donde el blanco se mezcla con verdes translúcidos y sombras que serpentean entre las plantas. La escena transmite una sensación de frescura matinal, como si el aire aún guardara ecos del rocío.
Al avanzar con la mirada hacia el fondo, la vegetación se vuelve más densa y misteriosa. Surge un límite natural marcado por una hilera de árboles que actúan como guardianes entre el campo y la montaña. Sus troncos irregulares y las copas en movimiento sugieren vida constante, un susurro perpetuo que teje el sonido del viento entre las hojas. Los diferentes matices de verde, desde los más intensos hasta los más apagados, construyen una sensación de profundidad que invita a perderse en los recovecos de este pequeño bosque. La luz juega entre las ramas, revelando zonas que brillan con una calidez dorada y otras que permanecen en penumbra.
Más allá de los árboles, se alzan las montañas, elevándose como un telón majestuoso que envuelve toda la escena. Su presencia transmite estabilidad, antigüedad y serenidad. Los tonos que las componen alternan entre verdes oscuros, azules suaves y grises difuminados, creando un contraste sutil con la luminosidad del campo en primer plano. La atmósfera que las rodea parece casi vaporosa, como si una ligera bruma suavizara sus contornos y las integrara armoniosamente con el cielo. Este horizonte montañoso aporta una dimensión de amplitud y equilibrio al conjunto.
El cielo, despejado pero salpicado por algunas nubes de bordes suaves, complementa la composición con un toque de ligereza. La luz que cae desde arriba realza cada elemento del paisaje, delineando texturas, modelando formas y generando un ambiente cálido sin llegar a ser intenso. Todo en la escena respira naturalidad y quietud, como si el día estuviera en ese punto perfecto entre la calma absoluta y el despertar de la actividad en la naturaleza. La unión entre tierra y cielo fluye sin interrupciones, generando una armonía visual que acaricia la mirada.
En conjunto, el cuadro transmite una profunda sensación de serenidad y belleza natural. Invita a contemplar la simplicidad del paisaje como si fuera un refugio para el espíritu, un lugar donde habita la tranquilidad y donde cada elemento —campo, árboles, montañas y cielo— dialoga con suavidad. La composición sugiere no solo la riqueza visual del entorno, sino también la conexión íntima entre el ser humano y la naturaleza, evocando emociones de paz, frescura y contemplación silenciosa.
El vendedor y su historia
Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Ismael Subirana, que representa un paisaje sereno donde la luz, la vegetación y las montañas se unen para transmitir calma y armonía natural. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.
· Dimensiones de la obra: 46x38x2 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Ismael Subirana.
· La pieza se encuentra en perfecto estado de conservación.
La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.
Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.
El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.
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Este cuadro despliega ante la mirada un paisaje que parece suspendido en un instante de calma luminosa, como si la naturaleza hubiese decidido detener el tiempo para revelar su belleza más íntima. En primer plano se extiende un campo lleno de pequeñas flores blancas que se balancean suavemente, formando una alfombra viva que atrapa la luz con una delicadeza casi etérea. Cada tallo y cada pétalo parecen palpitar, componiendo una superficie vibrante donde el blanco se mezcla con verdes translúcidos y sombras que serpentean entre las plantas. La escena transmite una sensación de frescura matinal, como si el aire aún guardara ecos del rocío.
Al avanzar con la mirada hacia el fondo, la vegetación se vuelve más densa y misteriosa. Surge un límite natural marcado por una hilera de árboles que actúan como guardianes entre el campo y la montaña. Sus troncos irregulares y las copas en movimiento sugieren vida constante, un susurro perpetuo que teje el sonido del viento entre las hojas. Los diferentes matices de verde, desde los más intensos hasta los más apagados, construyen una sensación de profundidad que invita a perderse en los recovecos de este pequeño bosque. La luz juega entre las ramas, revelando zonas que brillan con una calidez dorada y otras que permanecen en penumbra.
Más allá de los árboles, se alzan las montañas, elevándose como un telón majestuoso que envuelve toda la escena. Su presencia transmite estabilidad, antigüedad y serenidad. Los tonos que las componen alternan entre verdes oscuros, azules suaves y grises difuminados, creando un contraste sutil con la luminosidad del campo en primer plano. La atmósfera que las rodea parece casi vaporosa, como si una ligera bruma suavizara sus contornos y las integrara armoniosamente con el cielo. Este horizonte montañoso aporta una dimensión de amplitud y equilibrio al conjunto.
El cielo, despejado pero salpicado por algunas nubes de bordes suaves, complementa la composición con un toque de ligereza. La luz que cae desde arriba realza cada elemento del paisaje, delineando texturas, modelando formas y generando un ambiente cálido sin llegar a ser intenso. Todo en la escena respira naturalidad y quietud, como si el día estuviera en ese punto perfecto entre la calma absoluta y el despertar de la actividad en la naturaleza. La unión entre tierra y cielo fluye sin interrupciones, generando una armonía visual que acaricia la mirada.
En conjunto, el cuadro transmite una profunda sensación de serenidad y belleza natural. Invita a contemplar la simplicidad del paisaje como si fuera un refugio para el espíritu, un lugar donde habita la tranquilidad y donde cada elemento —campo, árboles, montañas y cielo— dialoga con suavidad. La composición sugiere no solo la riqueza visual del entorno, sino también la conexión íntima entre el ser humano y la naturaleza, evocando emociones de paz, frescura y contemplación silenciosa.

