En Composición Cubista, el artista se adentra en la compleja geometría del alma humana, disolviendo las formas tradicionales en una sinfonía de planos que se entrelazan en un espacio sin tiempo. La obra dialoga con la herencia del cubismo analítico, pero no se limita a la mera deconstrucción formal; más bien, aspira a una reconstrucción espiritual del sujeto. Las figuras fragmentadas parecen surgir y desvanecerse en un vaivén rítmico, como si el lienzo contuviera un latido interior. Los ojos —símbolos del conocimiento y la introspección— se multiplican, observando no sólo hacia afuera, sino hacia el interior de la propia pintura. En ese juego de miradas, la composición invita al espectador a ser partícipe de su propio proceso de percepción: ver y ser visto, analizar y ser analizado. La paleta cromática, donde los ocres, azules y rojos se entremezclan con tonos terrosos y matices dorados, aporta una sensación de calidez y profundidad emocional. Cada tono parece dialogar con el siguiente en un equilibrio meticuloso, recordando los ecos de Juan Gris y las tensiones armónicas de Wifredo Lam. La pintura, en su conjunto, encarna una poética de la fragmentación: la idea de que la realidad es múltiple, cambiante y siempre susceptible de nuevas lecturas. En Composición Cubista, la forma no se subordina al objeto, sino que se emancipa para revelar la esencia oculta tras la apariencia. Es una obra que exige contemplación y silencio, una invitación a pensar la pintura como un lenguaje del espíritu. Esta obra será cuidadosamente embalada y enviada en un tubo de cartón rígido con un certificado de autenticidad firmado a mano por el artista, lo que garantiza que es una pieza e irrepetible.