Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Poch Barber, que representa un paisaje de colinas verdes y suaves que invita a la contemplación y la calma, con una misteriosa hendidura que rompe sutilmente la serenidad del terreno. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 79x114x6 cm. · Dimensiones sin marco: 64x99 cm. · Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Poch Barber. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación, presenta algunas faltas de pintura en la parte superior. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro nos transporta a una vasta extensión de colinas ondulantes, cubiertas por un mosaico natural de vegetación verde que parece respirar con el ritmo lento y eterno de la tierra. La perspectiva elevada permite una contemplación amplia del terreno, donde las pequeñas agrupaciones de árboles emergen como manchas vivas sobre una superficie de tonos dorados, verdes y ocres que se despliegan en suaves pendientes. Las colinas están bañadas por una luz tenue y difusa, posiblemente de un día nublado o de una mañana temprana, lo que dota a toda la escena de una atmósfera tranquila, casi meditativa. Los arbustos y árboles, esparcidos con aparente aleatoriedad pero con equilibrio visual, refuerzan la sensación de armonía y naturalidad en el paisaje. El verde no es uniforme, sino matizado por distintas intensidades, lo que da profundidad y movimiento al cuadro. Cada grupo de árboles parece formar parte de un patrón orgánico, como si la naturaleza hubiese pintado esta escena con manos sabias y pacientes. A medida que la mirada avanza por la composición, el terreno va elevándose, llevando al espectador a recorrer mentalmente los suaves relieves de esta tierra viva y abierta. Una particularidad del cuadro es la formación geológica que destaca en el primer tercio inferior de la imagen: una gran hendidura o barranco que se abre abruptamente en medio de la ladera. Esta interrupción en la continuidad del terreno introduce un elemento dramático y misterioso, como una herida antigua en la piel del paisaje. A su alrededor, los árboles se agrupan más densamente, como si guardaran o protegieran este vacío, o como si la tierra misma se replegara sobre su propio secreto. La forma de esta abertura añade un contraste visual importante con las curvas suaves del resto del paisaje. El cielo, aunque casi monocromático, juega un papel clave en la composición. Su tono grisáceo pálido crea un telón de fondo neutro que potencia los colores del suelo sin distraer. No hay elementos humanos ni artificiales visibles; el cuadro está enteramente dedicado a exaltar la pureza del entorno natural. La forma en que la luz se posa sobre las colinas, acariciando la vegetación sin sobresaltos, hace pensar en una tierra que ha permanecido inmutable por generaciones, un lugar donde el tiempo fluye a otro ritmo y el silencio es parte del lenguaje del paisaje. En conjunto, este cuadro es una invitación a sumergirse en la calma del mundo natural, en la contemplación de una geografía que, aunque simple en apariencia, está llena de matices, formas sutiles y secretos por descubrir. La pintura transmite una profunda sensación de paz, equilibrio y respeto por la tierra. A través de su composición cuidada y de su sensibilidad cromática, la obra logra evocar no solo un espacio físico sino también un estado mental: el de quien observa con atención, en silencio, lo eterno que habita en la naturaleza.