Cristine Balarine - The place where mountains are cathedrals _ XL large original abstract painting






Tiene una licenciatura en historia del arte y una maestría en gestión artística y cultural.
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Cristine Balarine, The place where mountains are cathedrals _ XL large original abstract painting, pintura acrílica, original, 2025, 110 cm por 145 cm, Italia, firmada a mano.
Descripción del vendedor
El lugar donde los bosques son catedrales evoca una presencia. Es menos una pintura de árboles y luz que una meditación sobre lo que es sagrado en el mundo natural. Veo el bosque como una arquitectura del espíritu, con sus pilares que se elevan hacia el cielo, copas que forman techos abovedados, el silencio que sostiene más que la ausencia. Mil años sean una catedral, el bosque es un espacio de reverencia, donde el acto ordinario de quedarse quieto se convierte en oración.
Lo que la pintura señala es nuestra antigua, casi olvidada relación con la naturaleza como santuario. Mucho antes de la piedra y el vitral, los humanos encontraban trascendencia bajo ramas, ríos y estrellas. Caminar entre estos árboles es entrar en una liturgia sin palabras, recordándonos que lo sagrado no se limita a los edificios, sino que crece del propio suelo.
El trabajo nos llama a recordar: la reverencia no está separada de la ecología. Proteger los bosques no es solo un acto de conservación, sino de devoción—cuidar el altar de la propia vida. De esta manera, la pintura no trata simplemente de belleza o asombro, sino de pertenencia. Sugiere que no somos visitantes de esta catedral; somos parte de su congregación, ligados a sus ciclos de luz, decadencia y renovación.
El vendedor y su historia
El lugar donde los bosques son catedrales evoca una presencia. Es menos una pintura de árboles y luz que una meditación sobre lo que es sagrado en el mundo natural. Veo el bosque como una arquitectura del espíritu, con sus pilares que se elevan hacia el cielo, copas que forman techos abovedados, el silencio que sostiene más que la ausencia. Mil años sean una catedral, el bosque es un espacio de reverencia, donde el acto ordinario de quedarse quieto se convierte en oración.
Lo que la pintura señala es nuestra antigua, casi olvidada relación con la naturaleza como santuario. Mucho antes de la piedra y el vitral, los humanos encontraban trascendencia bajo ramas, ríos y estrellas. Caminar entre estos árboles es entrar en una liturgia sin palabras, recordándonos que lo sagrado no se limita a los edificios, sino que crece del propio suelo.
El trabajo nos llama a recordar: la reverencia no está separada de la ecología. Proteger los bosques no es solo un acto de conservación, sino de devoción—cuidar el altar de la propia vida. De esta manera, la pintura no trata simplemente de belleza o asombro, sino de pertenencia. Sugiere que no somos visitantes de esta catedral; somos parte de su congregación, ligados a sus ciclos de luz, decadencia y renovación.
