Mario Logli - Staccionata

Collage sobre lienzo de 1972 de Mario Logli.
Mario Logli nace en Urbino en 1933 y se forma en la Escuela del Libro en la sección de Litografía dirigida por Carlo Ceci. La Escuela para la Ilustración y Decoración del Libro dispone de una amplia biblioteca y el profesor de Estilística, primero Francesco Carnevali y luego Carlo Ceci, inicia a los estudiantes en el estudio de la literatura teatral y en la interpretación de textos, poniendo en escena verdaderos espectáculos como programa educativo destinado a la ilustración de una historia.

Un momento significativo para el aprendizaje del arte es la posterior asistencia a la tienda del ceramista Armando De Santi.

En 1955 se traslada a Milán, llamado a desempeñar su actividad en la editorial Garzanti. En la capital lombarda, Logli puede aprovechar sus conocimientos en contacto con directores y escenógrafos de gran inteligencia y llevar también a la pintura la estructura teatral como signo de la memoria de los lugares, de Urbino y de las ciudades de las Marcas, situadas en colinas como Recanati o bañadas por el mar como Senigallia, depósitos visibles de historia.

Desde 1964 hasta 2002, fue responsable del sector ilustrativo del Instituto Geográfico De Agostini. Al mismo tiempo, colaboró con Ezio Frigerio, diseñando vestuarios teatrales para el Piccolo, que en esa época estaba dirigido por Strehler. El primer reconocimiento como pintor llegó en 1970 en la Galería Librería de Porta Romana, donde expuso No-Man-Land, presentado por Marco Valsecchi. El inquietante tema de la contaminación de la tierra por parte del hombre se profundizó en 1975 con Gli Invasori.

Cada exposición reúne en torno a un tema una serie de obras, así en 1980 nacen Las Islas Volantes y en 1982 Después de los Triunfos, para las cuales Paolo Volponi escribe además: «Obsesivamente urbinate es su grupo de obras, y no solo ni tanto por los temas sino por la esencia misma, por la calidad interna que se reconoce en cada pintura como obra de arte del clima vertido e irresistible de Urbino: dimensión, flujo, calma catástrofe. Y también porque aún contiene en su interior, después de treinta años de ejercicio del pintor, ingredientes, fermentos, recetas, manipulaciones típicas de la gloriosa Escuela del Libro, ya en los locales bajos del Palacio Ducal: todas sus virtudes de aplicación, investigación, control, materia, mano, y también sus pequeños defectos de insistencia, minuciosidad.

En el mismo año, sobre el mismo tema, interviene Carlo Bo: «¿Cómo es Urbino en la memoria? Logli desde hace años nos da una respuesta satisfactoria, hasta el punto de no temer contradicciones. Más que a los lugares, se refiere a las ideas, imágenes internas del corazón, y en este camino termina por tocar el verdadero punto de la cuestión: recrear, pasar al filtro de la inteligencia dos o tres categorías esenciales o que para él son esenciales.»

De 1984 es el Teatro de las memorias y de 1987 Arqueologías del futuro presentado por Enrico Baj.

En la introducción de Raffaele De Grada a Geometrie lunari del 87 se lee: "Se siente que Logli nació en Urbino, que su manera de plantear el cuadro refleja lejanas y sobrias visiones espaciales para las cuales también es posible invocar las grandes sombras de los maestros del pasado en el sentido de una disposición mental."

Gracias a la exposición Finestre dell’anima, organizada en Recanati en el 88 con motivo de las celebraciones leopardienses, Logli puede estar presente en los principales museos de todo el mundo.

Siguen en 1992 Nature silenti y en 1996 Arquitecturas dell’anima con la presentación de Rossana Bossaglia.

Desde 1997 hasta 2008, se sucedieron exposiciones como Città in fuga, Città del sogno, realizada en Urbino y San Marino, Tra terra e cielo, Il sogno dei Duchi, I luoghi del ritorno en Recanati para Beniamino Gigli. En 2010, en Senigallia, exhibió Lieti colli e spaziosi campi, dedicada al amigo Giacomelli y para la cual Carlo Emanuele Bugatti escribió: "Logli entró en la historia del arte italiana un poco como cantor y un poco como profeta. Permanecerá porque sus obras figurarán bien en cualquier museo de arte moderno, representando angustias y esplendores del fin del milenio. Siempre que los museos no huyan al espacio, con sus ciudades."

Se informó en 1973 y 1974 en los catálogos Bolaffi. Fue seleccionado por un jurado de críticos europeos entre los cinco mejores artistas italianos del momento. Como invitado, participó en el Festival de los Dos Mundos en Spoleto y en el Arte Europeo en Japón, en el Museo Laforet de Tokio. Entre los numerosos reconocimientos, cabe mencionar el Ambrosino de oro de Milán, el Premio Lombardia y el premio por el Arte Fantástica de Stuttgart.