Hyacinthe Rigaud (1659-1743), Attribué(e) à - Portrait de Monsieur Jean-Paul Bignon, Abbé de Saint Quentin

- Óleo sobre lienzo. Rentelado.

- Este importante retrato francés, datado a finales del siglo XVII, atestigua la excelencia y el prestigio de la retratística cortesana durante el Grand Siècle. La obra está intrínsecamente ligada al nombre de Hyacinthe Rigaud, el pintor supremo de la corte, quien ostentó el envidiable título de pintor de cámara de Luis XIV de Francia y, posteriormente, de Felipe V de España, y cuya fama se cimentó en la inmortalización de las majestuosas efigies del Rey Sol. La pintura representa al eclesiástico Jean-Paul Bignon a la edad de 32 años en su dignidad como abad del Monasterio de San Quintín, una importante fundación real vinculada a la congregación maurista próxima a París. La composición, que enfatiza la dignidad del sujeto mediante la riqueza del atuendo y la pose firme, es característica de la monumentalidad psicológica que Rigaud imprimía a sus modelos, asegurando la solidez de la atribución a su entorno.

La presencia y el origen de este lienzo son cruciales para el estudio de la obra de Rigaud. El historiador Stéphane Perreau lo incluye en el catálogo razonado provisional de las obras del maestro de Perpiñán, basándose en que esta pintura es la única reproducción conocida del grabado realizado por Charles Simmoneau, el cual, a su vez, replicaba la pintura original de Rigaud. Esta conexión documental es fundamental, sugiriendo que la obra ofrecida podría ser el lienzo original desaparecido del maestro o una réplica de taller de altísima calidad bajo su supervisión. La potencia del retrato, la riqueza del color y el magistral manejo de la luz, que definen el rostro del eclesiástico, refuerzan la posibilidad de atribuirla al propio Rigaud, cuyo genio se manifestaba en la captación de la autoridad y la gracia de sus modelos.

Además de su valor pictórico, la obra se presenta en un magnífico marco del siglo XVIII, que añade una capa de interés histórico. Si bien la pintura venía acompañada de una atribución antigua a Joseph Vivien, riguroso contemporáneo y notable pastelista, esta debe ser descartada por razones estilísticas y documentales. La fuerza del pincel y la composición se alinean sin duda con la escuela de Rigaud. Por tanto, la obra no solo es un excelente ejemplo de la pintura de finales del siglo XVII, sino una pieza de discusión erudita que enriquece el estudio del gran retratista barroco, cuya habilidad para combinar la psicología del retratado con el boato cortesano no tiene parangón.

- Dimensiones de la imagen sin marco: 34 x 44 cm / 47 x 58 cm con precioso marco en talla de madera dorada del siglo XVIII con cartela de atribución.

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