Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Miquel Torner de Semir, que representa la conexión íntima entre el mundo interior de una mujer y el universo emocional expresado a través del color. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 65x57x6 cm. · Dimensiones sin marco: 45,5x37 cm. · Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior izquierda, Miquel Torner de Semir. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación, presenta una falta de pintura en la parte inferior izquierda hecha a propósito por el pintor para dar un toque de disrupción. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro representa la figura estilizada de una mujer en un ambiente íntimo y doméstico, envuelta en una atmósfera de color y formas sintéticas que evocan una realidad reinterpretada desde una mirada profundamente emocional. El rostro de la mujer, de tonos pálidos casi fantasmas, se destaca por sus ojos grandes y oscuros, llenos de una calma que parece contener tanto misterio como serenidad. Sus labios, apenas delineados en rojo tenue, y el leve rubor en sus mejillas sugieren una vitalidad suave, contenida, tal vez contemplativa. El peinado recogido, adornado con una flor fucsia, subraya su feminidad con un aire de elegancia atemporal. La mujer viste un traje rosado con trazos más rojizos que parecen fusionarse con el fondo en una danza de texturas y colores. Los contornos están definidos con trazos gruesos, casi infantiles, que rompen la lógica anatómica en favor de una expresión plástica poderosa, intencionadamente ingenua y emocional. Hay algo en su postura erguida y su mirada frontal que transmite presencia, como si ella fuera tanto objeto de contemplación como sujeto que observa desde el lienzo. El fondo ofrece una composición sencilla pero eficaz: una gran ventana de cristales turquesa y marrones que deja entrever un espacio de interior, enmarcando a la figura como en un retrato clásico, pero con un lenguaje completamente moderno y expresionista. A su lado, una copa de frutas aporta un guiño al bodegón tradicional, con piezas de color vibrante —verdes, rojas y amarillas— que contrastan con el entorno más sobrio y aportan un punto de equilibrio visual. El uso del color plano y saturado da al cuadro una energía que se proyecta hacia el espectador, casi como si cada tono tuviera un papel emocional que jugar. La superficie de la pintura presenta texturas que refuerzan la sensación de materia viva, casi como si el cuadro estuviera respirando. Todo en la escena está sintetizado en volúmenes simples, pero cada elemento está cargado de intención: la ventana que insinúa un espacio privado, la fruta que representa lo cotidiano, y el gesto calmo de la mujer que resume lo esencial de lo humano. Hay una voluntad de belleza desnuda, de gesto sincero, que transforma este retrato en una alegoría del alma femenina. En conjunto, este cuadro se erige como una celebración de la feminidad, la intimidad y el color como lenguaje del espíritu. No busca representar a una persona específica, sino capturar la esencia universal de lo humano a través de la síntesis expresiva de forma, color y emoción. Es un retrato de lo que no se puede decir con palabras, pero que se siente con certeza: el mundo interior.