Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Xavier Rossell, que representa la armonía serena y misteriosa de un bosque que invita al recogimiento y a la contemplación, un lugar donde la naturaleza se convierte en guía espiritual y el camino en metáfora del viaje interior. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 50x106x3 cm. · Dimensiones sin marco: 30,5x86,5 cm. · Óleo sobre tabla firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Rossell Solé. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro nos transporta al interior profundo de un bosque, donde el tiempo parece detenerse y todo sonido se vuelve eco de la naturaleza viva. Un sendero sinuoso, terroso y ligeramente húmedo se abre paso entre una densa arboleda, invitando al espectador a recorrerlo en silencio, como si se tratara de una puerta hacia lo íntimo, hacia el corazón del paisaje. Los árboles que lo flanquean, altos y esbeltos, son principalmente abedules, reconocibles por sus troncos verticales moteados de blanco y negro, que se elevan en líneas delgadas hacia lo alto, como columnas de un templo vegetal. Se yerguen con firmeza, pero sin rigidez, permitiendo que las ramas más finas se balanceen con suavidad, como si susurraran entre ellas antiguos secretos del bosque. La atmósfera general es de otoño contenido, en una fase temprana donde los verdes aún dominan el fondo, pero las primeras hojas amarillas y ocres comienzan a pintar las copas con su luminosidad dorada. La luz que filtra entre las hojas crea un efecto mágico: pequeñas manchas brillantes sobre el suelo y los troncos, como si todo estuviera salpicado por reflejos dorados que juegan con la sombra. En el centro, el camino se pierde en una luz más clara que emana del fondo, sugiriendo una apertura, un claro invisible pero presente, un destino al que el sendero conduce y que queda fuera del alcance inmediato del ojo, pero dentro del deseo. A los lados del sendero, el suelo boscoso está cubierto por musgo, hojas caídas, raíces entrelazadas y vegetación baja que parece susurrar vida en su quietud. No hay señales de presencia humana ni construcciones, lo que resalta aún más la sensación de pureza y de lugar inexplorado. La composición está dominada por la verticalidad de los troncos, lo que otorga al cuadro un carácter meditativo, casi espiritual, como si cada árbol fuera un guardián del silencio, un testigo de todo lo que ha pasado por ese sendero. El cielo, apenas visible a través de la densidad del follaje, es de un celeste suave, casi verdeado por la mezcla con las copas de los árboles, lo que realza el efecto envolvente de la naturaleza. Todo el entorno parece estar contenido en una sinfonía de tonos terrosos, verdosos, amarillos y sombras profundas, que invitan a la introspección y a la conexión con lo esencial. La sensación general no es de soledad, sino de comunión; no de abandono, sino de presencia viva en lo más silencioso del bosque. En conjunto, este cuadro transmite una atmósfera de profunda paz y contemplación, evocando el misterio y la belleza atemporal de los bosques donde el hombre no ha intervenido, y donde la naturaleza habla con voz propia a quienes saben escucharla.