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Vendu
José Dalmau Campos (1953) - NO RESERVE - Materia en tránsito · XL FORMAT
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José Dalmau Campos (1953) - NO RESERVE - Materia en tránsito · XL FORMAT

Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a José Dalmau, que representa un momento de transformación profunda donde la materia y la emoción se entrelazan, revelando la belleza del desgaste, el conflicto y la regeneración silenciosa. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones de la obra: 101x100x2 cm. · Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en el margen inferior izquierdo de la obra, Dalmau. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación. La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro es una intensa manifestación de energía suspendida en el tiempo, un espacio pictórico donde lo matérico y lo atmosférico se funden para dar forma a una escena abstracta de poderosa carga emocional. La obra se presenta como una suerte de vórtice o nebulosa de colores terrosos y metálicos, en la que predominan los tonos grises azulados, amarillos opacos, rojizos oxidados y dorados envejecidos. Las formas que emergen de esta amalgama cromática no se delimitan por contornos definidos, sino por acumulaciones de materia, por trazos que se arrastran o se arremolinan, como si la propia superficie hubiese sido tallada por fuerzas invisibles. En el centro, una gran espiral difusa parece absorber y dispersar, atrayendo la mirada hacia un núcleo en constante mutación. Esta forma central no es una figura reconocible, pero insinúa movimiento, algo orgánico, como una célula en expansión, una tormenta cósmica o una cicatriz terrestre. A su alrededor, los colores se expanden en remolinos, capas y veladuras que se superponen con fuerza expresiva. La textura, gruesa en algunas zonas y más lisa en otras, refuerza la sensación de un terreno erosionado, de una superficie sometida a múltiples tensiones físicas y temporales. Las zonas rojizas y oxidadas, en particular, evocan una materia desgastada, como hierro corroído, madera quemada o carne expuesta al tiempo. Estos fragmentos rojizos, dispersos en el cuerpo del cuadro, parecen puntos de ruptura o heridas visuales, que contrastan con los toques dorados y azulados que iluminan el conjunto desde el interior, como si aún quedara una chispa de vitalidad en medio del desgaste. Las partes donde el dorado asoma no brillan como metal pulido, sino como residuos preciosos atrapados en el polvo, insinuando la permanencia de lo valioso entre los restos de algo que ya fue. Hay una fuerza centrífuga y centrípeta al mismo tiempo: mientras unas líneas sugieren expansión y dispersión, otras curvan hacia dentro, encerrando o protegiendo algo que no se muestra por completo. El cuadro se convierte así en un campo de tensiones, donde lo telúrico y lo celeste se tocan, donde lo abstracto sugiere lo corporal, lo geológico, lo emocional. Nada es literal, pero todo es evocador. Cada relieve, cada grieta, cada pigmento parece hablar de una historia vivida en la superficie misma del lienzo. No hay narración explícita, pero sí una sensación muy presente de lucha, de evolución, de transformación. Se trata de una obra que no representa objetos ni figuras, sino estados: de ánimo, de materia, de energía. Un espacio que podría ser la memoria de un planeta, el recuerdo de un cuerpo o el reflejo de una mente en proceso de cambio. En conjunto, este cuadro es una exploración de las fuerzas invisibles que modelan la realidad: el paso del tiempo, el desgaste, el conflicto entre luz y sombra, destrucción y regeneración. Es una imagen suspendida en ese punto exacto donde algo se deshace y algo nuevo comienza a nacer, y por eso su contemplación no solo atrapa la vista, sino también el pensamiento y la emoción.

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Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a José Dalmau, que representa un momento de transformación profunda donde la materia y la emoción se entrelazan, revelando la belleza del desgaste, el conflicto y la regeneración silenciosa. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite.

· Dimensiones de la obra: 101x100x2 cm.
· Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en el margen inferior izquierdo de la obra, Dalmau.
· La pieza se encuentra en buen estado de conservación.

La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona.

Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote.

El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte.
El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional.

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Este cuadro es una intensa manifestación de energía suspendida en el tiempo, un espacio pictórico donde lo matérico y lo atmosférico se funden para dar forma a una escena abstracta de poderosa carga emocional. La obra se presenta como una suerte de vórtice o nebulosa de colores terrosos y metálicos, en la que predominan los tonos grises azulados, amarillos opacos, rojizos oxidados y dorados envejecidos. Las formas que emergen de esta amalgama cromática no se delimitan por contornos definidos, sino por acumulaciones de materia, por trazos que se arrastran o se arremolinan, como si la propia superficie hubiese sido tallada por fuerzas invisibles.
En el centro, una gran espiral difusa parece absorber y dispersar, atrayendo la mirada hacia un núcleo en constante mutación. Esta forma central no es una figura reconocible, pero insinúa movimiento, algo orgánico, como una célula en expansión, una tormenta cósmica o una cicatriz terrestre. A su alrededor, los colores se expanden en remolinos, capas y veladuras que se superponen con fuerza expresiva. La textura, gruesa en algunas zonas y más lisa en otras, refuerza la sensación de un terreno erosionado, de una superficie sometida a múltiples tensiones físicas y temporales.
Las zonas rojizas y oxidadas, en particular, evocan una materia desgastada, como hierro corroído, madera quemada o carne expuesta al tiempo. Estos fragmentos rojizos, dispersos en el cuerpo del cuadro, parecen puntos de ruptura o heridas visuales, que contrastan con los toques dorados y azulados que iluminan el conjunto desde el interior, como si aún quedara una chispa de vitalidad en medio del desgaste. Las partes donde el dorado asoma no brillan como metal pulido, sino como residuos preciosos atrapados en el polvo, insinuando la permanencia de lo valioso entre los restos de algo que ya fue.
Hay una fuerza centrífuga y centrípeta al mismo tiempo: mientras unas líneas sugieren expansión y dispersión, otras curvan hacia dentro, encerrando o protegiendo algo que no se muestra por completo. El cuadro se convierte así en un campo de tensiones, donde lo telúrico y lo celeste se tocan, donde lo abstracto sugiere lo corporal, lo geológico, lo emocional.
Nada es literal, pero todo es evocador. Cada relieve, cada grieta, cada pigmento parece hablar de una historia vivida en la superficie misma del lienzo. No hay narración explícita, pero sí una sensación muy presente de lucha, de evolución, de transformación. Se trata de una obra que no representa objetos ni figuras, sino estados: de ánimo, de materia, de energía. Un espacio que podría ser la memoria de un planeta, el recuerdo de un cuerpo o el reflejo de una mente en proceso de cambio.
En conjunto, este cuadro es una exploración de las fuerzas invisibles que modelan la realidad: el paso del tiempo, el desgaste, el conflicto entre luz y sombra, destrucción y regeneración. Es una imagen suspendida en ese punto exacto donde algo se deshace y algo nuevo comienza a nacer, y por eso su contemplación no solo atrapa la vista, sino también el pensamiento y la emoción.

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