Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a la escuela catalana, que representa la fusión armoniosa entre la arquitectura humana y la naturaleza, capturando un momento de calma donde el tiempo parece haberse detenido para dar paso al lenguaje silencioso del paisaje. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 48x53x5 cm. · Dimensiones sin marco: 33x38 cm. · Óleo sobre tabla firmado a mano por el artista. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro es una ventana abierta al sosiego del paisaje natural entremezclado con las huellas de la arquitectura humana, una escena detenida en un instante de equilibrio perfecto entre civilización y naturaleza. En el centro, parcialmente oculto entre una exuberante vegetación, se alza un edificio de ladrillo rojizo que parece haber sido abrazado por el tiempo y las raíces, como si la naturaleza se hubiera propuesto lentamente absorberlo, envolverlo en silencio verde. Su estructura es sólida pero discreta, se percibe más como un recuerdo que como una presencia imponente, casi mimetizado entre los árboles altos y los arbustos en flor. La vegetación que lo rodea no es un mero decorado: cada árbol, cada hoja, cada sombra proyectada por la luz cambiante del cielo parece tener vida propia. Se despliegan diversas tonalidades de verde, desde los más oscuros y opacos hasta los más vibrantes y luminosos, dando profundidad a la escena y provocando una sensación de frescura envolvente. Los troncos esbeltos de los árboles más altos se recortan contra el cielo en un contraste sutil, como testigos de largas estaciones que han transcurrido sin prisa. La luz, suave y algo tamizada, desciende entre las hojas como si cayera en susurros, y se posa sobre las paredes y las copas de los árboles con delicadeza, revelando texturas, rincones ocultos y matices que sólo el ojo contemplativo logra descifrar. Al fondo, el cielo se presenta con una gama de grises verdes que sugiere una atmósfera levemente cargada, quizás el preludio de una lluvia próxima o simplemente el testimonio de un día nublado que invita al recogimiento. No hay figuras humanas a la vista, pero su ausencia no genera vacío, sino una sensación de paz, como si el lugar hablara por sí mismo, como si contara su historia a través de la interacción entre lo construido y lo natural. Las ruinas o muros bajos en primer plano, con piedras desgastadas, evocan un pasado remoto y misterioso, como los restos de una vida que fue y que hoy descansa entre los suspiros del follaje. Este lugar podría estar en cualquier rincón del mundo donde la naturaleza aún tenga el poder de imponerse lentamente sobre lo humano, sin violencia, sino con ternura y perseverancia. El cuadro no se limita a representar un paisaje; parece captar el alma del sitio, su aliento contenido, su ritmo vital. Se percibe una armonía callada que nace del contraste entre la geometría humana y la fluidez orgánica, una poesía visual que transmite serenidad, melancolía y, al mismo tiempo, esperanza. En conjunto, este cuadro transmite la silenciosa convivencia entre lo creado por el hombre y lo eterno de la naturaleza, narrando con sutileza la inevitable reconciliación entre ambos mundos a través del paso del tiempo y la belleza de lo efímero.