Pictura Subastas presenta esta magnífica obra de arte perteneciente a Jaume Planagumà, que representa la serenidad de un valle dorado que se abre paso hacia una montaña majestuosa, mostrando la armonía entre la naturaleza y la presencia humana en el paisaje. La pintura destaca por su excelente técnica y la gran calidad pictórica que transmite. · Dimensiones con marco: 70x80x4 cm. · Dimensiones sin marco: 50x60 cm. · Óleo sobre tela firmado a mano por el artista en la parte inferior derecha, Planagumà. · La pieza se encuentra en buen estado de conservación. · La obra se vende con precioso marco (incluido en la subasta como regalo). La obra procede de una exclusiva colección privada en Girona. Nota importante: las fotografías incluidas forman parte integral de la descripción del lote. El cuadro será embalado de manera profesional por un experto de IVEX (https://www.instagram.com/ivex.online/), utilizando materiales de alta calidad para garantizar su protección. El precio del envío cubre tanto el coste del embalaje profesional como el propio transporte. El envío se realizará por Correos, GLS o NACEX con seguimiento. Envíos disponibles a nivel internacional. ------------------------------------------------------------------ Este cuadro nos transporta a un paisaje sereno donde la naturaleza despliega toda su riqueza cromática y su armonía. En primer plano, un campo dorado lleno de espigas y pequeñas flores silvestres ondea suavemente como si estuviera acariciado por el viento. Entre los tallos se distinguen pinceladas de rojo intenso, probablemente amapolas, que aportan un contraste vibrante al tono dorado dominante. Esta parte del cuadro transmite calidez y cercanía, invitando al espectador a imaginar el aroma fresco del campo y el sonido de los insectos que revolotean entre las flores. Más allá del campo se alza una línea de árboles de distintas formas y tonalidades de verde. Algunos se muestran robustos y frondosos, con hojas que brillan bajo la luz, mientras otros se elevan más esbeltos, dejando ver entre sus ramas la profundidad del paisaje. Estos árboles funcionan como un límite natural entre el llano y las primeras laderas, dotando de dinamismo al cuadro al alternar sombras y reflejos de luz que parecen bailar con el sol. En la parte media de la obra, la mirada se interna en la pendiente de la montaña, cubierta por un inmenso manto de vegetación. La gama de verdes se vuelve más oscura y compacta a medida que avanza hacia la profundidad, creando la ilusión de infinitos árboles apiñados unos junto a otros. Este mar vegetal transmite frescor y calma, mostrando un contraste natural con la calidez del campo dorado en primer plano. En medio de esa espesura se adivina una pequeña casa con techo rojizo, que rompe con sutileza la continuidad de la naturaleza y sugiere la presencia humana en armonía con el entorno. El fondo del cuadro está dominado por la majestuosa montaña, cuya superficie aparece cubierta de sombras azuladas y verdes suaves. La luz que baña sus laderas aporta una atmósfera etérea y silenciosa, como si la montaña estuviera envuelta en un manto de niebla o en el resplandor matinal. La altura y la extensión de esta masa rocosa transmiten fuerza y eternidad, reforzando la sensación de un lugar intacto donde la naturaleza conserva todo su esplendor. En conjunto, este cuadro irradia paz y equilibrio, mostrando la perfecta unión entre el campo abierto, los árboles, las montañas y la luz que todo lo envuelve. Es una escena que invita a la contemplación pausada, a valorar la inmensidad del paisaje y la pequeña huella humana que convive con él. La obra refleja la serenidad y la belleza de un entorno natural que parece eterno, como un refugio para el alma en medio de la vida cotidiana.