Retrato de niña con capa de armiño 1. FICHA TÉCNICA Título: Retrato de niña con capa de armiño Autor: Eduardo Cortés y Cordero (Sevilla, 1837 – 1903) Cronología: 1898, Sevilla Técnica: Óleo sobre lienzo Medidas: 77,5 × 56,5 cm (obra) · 89 × 69 cm (con marco) Soporte: Lienzo entelado sobre bastidor de época Estilo: Realismo académico con influencia romántica Estado de conservación: Muy bueno; leve pátina superficial acorde a la antigüedad. Particularidad destacable: Obra firmada, fechada y dedicada al pintor Manuel García y Rodríguez (1863–1925) con la inscripción: “A mi querido amigo y compañero M. García Rodríguez”. 2. DESCRIPCIÓN COMPOSITIVA E ICONOGRÁFICA El cuadro presenta el retrato de una niña sentada sobre un sillón de terciopelo amarillo, envuelta en una capa de armiño y vestida con encajes finos de tonalidad lavanda. Su expresión, serena y afable, y el leve giro de la cabeza denotan una exquisita sensibilidad psicológica. El fondo, tratado en tonos vinosos y sombras aterciopeladas, refuerza el contraste lumínico del rostro y las telas, mientras la pincelada minuciosa y el tratamiento aterciopelado de la piel revelan una maestría técnica cercana al retrato cortesano decimonónico. Cortés logra una composición íntima y equilibrada, donde la dulzura del gesto infantil convive con la dignidad del retrato burgués, propio de la Sevilla culta y elegante de finales del siglo XIX. 3. ESTILO Y VALORACIÓN COMPARATIVA Eduardo Cortés y Cordero pertenece a la escuela sevillana realista, heredera del espíritu de José Villegas Cordero y José García Ramos, pero con una impronta más introspectiva. Su trazo preciso, el dominio del claroscuro y la atención al detalle lo vinculan también al estilo retratístico de Federico de Madrazo o Raimundo de Madrazo, aunque con un acento andaluz más cálido. La dedicatoria a Manuel García y Rodríguez, figura clave del paisajismo sevillano, confiere a esta pintura un valor histórico excepcional, pues testimonia la relación de camaradería entre dos artistas fundamentales del panorama pictórico hispalense del XIX. Por su calidad técnica, elegancia compositiva y significado documental, esta obra constituye un magnífico ejemplo del retrato académico andaluz de fin de siglo, comparable a piezas conservadas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla así como el Museo del Prado.